Hubo un tiempo, no muy lejano, en que Pedro Troglio no era entrenador ni futbolista. Este subcampeón del mundo con la Selección se retiró jugando en la cuarta división del fútbol argentino para el Club Villa Dálmine en julio del 2003 y recién en enero de 2005 tomó las riendas de Godoy Cruz, que por aquellos años competía en la B Nacional. Antes de retirarse, ya había estudiado para ser entrenador pero la primera chance no llegaba. Se puso al frente de una escuelita de fútbol en Castelar (Buenos Aires), la localidad en la que se crió y donde siempre vivió junto a su familia. También trabajó en una agencia de representación de jugadores de básquet, donde llegó a compartir oficina el Loco Montenegro. Incluso, motivado por algunas apariciones como panelista en TV, hizo el curso de periodista deportivo en la Escuela de Quique Wolff. De alguna u otra manera cumplía con su deseo de seguir ligado al deporte. Pero su intención, desde que colgó los botines, siempre había sido convertirse en director técnico de Primera División.
“Yo quería dirigir, no hablar de fútbol en televisión. Había hecho el curso para ser DT pero también sabía que iba a ser difícil que me llegara la primera oportunidad. Fui uno de los primeros a los que Godoy Cruz le dio esa posibilidad, atrás mío empezaron a venir un montón más”, recuerda Troglio mientras se acomoda en su casa para la entrevista con Infobae. Ahora vive en Honduras, donde se ha posicionado como el mejor entrenador del país y también su nombre empezó a sonar fuerte en la élite de Centroamérica.
A mediados de junio 2019, después de su tercer ciclo como DT de Gimnasia y Esgrima de La Plata, recibió una propuesta para hacerse cargo del Club Deportivo Olimpia. Era un gigante caído. Uno de los clubes más históricos de la región, que arrastraba una extensa sequía de títulos. Algo que rápidamente quedó en el pasado. En el Apertura 2019, su primer torneo, Pedro Troglio hizo historia al conseguir un récord de puntos en Liga Nacional hondureña –44 unidades de 55 posibles– y, tras la pausa involuntaria por el COVID-19, selló el bicampeonato. Y no solo eso, también se destacó en torneos internacionales: llegó a semifinales en la Champions League de la Concacaf y también en la Liga Concacaf.
— ¿Podías presagiar este presente tan exitoso cuando no eras entrenador o recién dabas tus primeros pasos?
— No, no me lo imaginaba para nada. No me olvido más: la primera charla que doy como DT cuando llego a Mendoza, que me habían dado una sala del hotel, la preparé previamente. Me anotaba lo que iba decir. Hoy me paro adelante de un grupo y digo lo que me va saliendo, lo me que venga a la mente. Ahí te das cuenta que uno piensa que porque jugó al fútbol tiene experiencia para dirigir. Y al empezar como entrenador lo hacés totalmente virgen, es todo nuevo. Con el tiempo vas mejorando y puliendo algunas cositas que no estaban buenas, aunque también te seguís equivocando.
— ¿Era menos complejo ser entrenador cuando empezaste?
— Sí, pero, a ver... ¿sabés que tenía más importancia en el fútbol cuando yo empecé? Hay algo que no se paga: la llegada del entrenador al jugador, el cara cara, el transmitirle una idea futbolística y escucharlo cuando tiene algún problema. Hoy nos hemos ido al extremo con el tema de la tecnología. La tecnología es fantástica, sobre todo la edición de videos, pero ahora creemos que el que tiene un drone sabe de fútbol. Y para mí saber el fútbol es otra cosa. Lógicamente que me tuve que ir aggiornando, me compré el drone, el GPS, porque sino te tildan de antiguo, como si lo antiguo fuera malo. Pero... ¿por qué todavía siguen nombrando a maestros como Bilardo, Menotti o Griguol? Ellos no tenían estas herramientas. Por eso te digo que hay una confusión con el fútbol de hoy. Para mi saber de fútbol es trabajar, tener un mensaje claro, llegarle el jugador con las palabras justas y estar encima de ellos.
— ¿Pero no sentís que con los años empezaste a tener más influencia y a darle más herramientas a los jugadores?
— Yo siempre sentí que soy el culpable número uno de todo, ahora y antes. Yo cuando dirigía Gimnasia, luchaba el descenso, ganaba ocho partidos seguidos pero después perdía uno y ya me estaban matando. Siempre fue así. Lo qué pasa es que hoy los entrenadores han tomado un auge porque te publican que vos estás trabajando con un software que trajiste de no sé dónde. Yo por ejemplo puse atención en el consumo de oxígeno en Gimnasia y Esgriman de La Plata en el 2005. Nunca lo publiqué. Hoy veo cosas que capaz hice hace 15 años pero nunca sacamos una foto. Capaz nosotros también tendríamos que haber sacado una foto para que digan “mirá como trabajan”, pero me hubiera dado vergüenza manejarme de esa manera, siento que es fingido.
— ¿Te considerás un técnico de la “vieja escuela” entonces?
— Me considero un técnico tradicional pero adaptado a lo nuevo, sino no estaría dirigiendo. Si vos te sentás a hablar con alguien y le decís que el coaching no sirve, ponele... No es que no sirve, es un ejemplo... Pero me matan. Sin embargo, yo no lo utilizo, no digo que no sirva. Yo por ejemplo le recomiendo al jugador que trabaje psicológicamente por su cuenta, porque creo que con un psicólogo puesto por el club o por mí no garantiza que el jugador se abra a contar lo que le pasa, porque puede tener miedo de que me lo cuenten. Es verdad que el futbolista vive bajo presión y a veces el coaching los ayuda a soportarla, pero eso prefiero siempre que lo hagan fuera y no que esté metido adentro del grupo y que capaz tengan temor de que nos cuenten a nosotros lo que les pasa.
— ¿Por qué te fuiste a Honduras?
— Porque cuando terminé con Gimnasia, que perdimos la final de la Copa Argentina, me acuerdo que vinieron de Emiratos Árabes. Había cuatro técnicos más y yo en la lista. Y la persona que me quería llevar me preguntó cuántos títulos había ganado. Le dije que dos, uno con Gimnasia en la ‘B’ y uno con Cerro Porteño en Paraguay. “Ah, pero salí cuatro veces su subcampeón con Gimnasia”, le digo, como diciéndole que le pelee a Boca y River. Y me dijeron “claro, pero allá buscan que salgas campeón”. Entonces me di cuenta que tenía que buscar equipos grandes de afuera que estén necesitados. Ahí me llamaron de acá, de Olimpia, que hacía ocho temporadas que no salía campeón y es el más grande del país. Y pensé que era el momento de enriquecer el currículum con algún equipo que quiera salir campeón. Me vine y la verdad que no me arrepiento para nada, hay otra vida después de Argentina. Algunos creen “uh, ¿qué hace en Honduras?”. Y quedate tranquilo que este club es mucho mejor en organización que muchos equipos de Argentina.
— Hay mucho prejuicio con el nivel del fútbol en Centroamérica...
— A ver, acá no capaz no vas a encontrar el nivel de Boca o River, pero hay equipos que están al nivel de muchos otros en la Argentina. Te agarran un Deportivo Saprissa o Liga Deportiva Alajuelense, que son de Costa Rica, o mismo nosotros con Olimpia, y le peleamos a cualquier equipo del fútbol argentino. Hoy las canchas en Costa Rica están bárbaras y el hecho de competir contra México y Estados Unidos también te potencia. Tigres de México llegó a la final del Mundial de Clubes eliminando al Palmeiras. Nosotros no estamos a ese nivel pero compitiendo con ellos nos emparejamos, como cuando los mexicanos empezaron a jugar la Copa Libertadores o la Copa América y se fortalecieron. Después hay muy buena organización. Yo no hubo un día que no haya cobrado mi sueldo después del día 5 de cada mes. En la pandemia cobré todo y veía que en Argentina no le pagaban a nadie. Creemos que somos un fenómenos en todo y no es así. Somos buenos, seguramente, pero hay otros lugares en los que también se está muy bien.
— ¿Qué debe hacer un DT antes de llegar a un fútbol desconocido?
— Me bajé los últimos seis partidos del equipo, me los miré todos muchas veces, los desglosamos y empezamos a mirar la cara de los jugadores, a aprendernos los nombres y apellidos. Yo para eso tengo facilidad. Me acuerdo el primer día que llegué me crucé al 9 de ese momento, Jorge Benguche, que ahora se fue al Boavista, y le dije “hola, Jorge”. Se me quedó mirando como diciendo este sabe el nombre de todos. Después en algunos casos consultamos un software que te ayuda a ver individualmente los jugadores, entonces esos seis, siete u ocho que te impactaron los volvés a mirar de forma individual para llegar con una idea. Mirás un poco el campeonato, los equipos contrarios, averiguás quiénes son los mejores y los peores. Yo igualmente tuve 20 días pero te puede pasar que te llamen hoy y te digan “tenés que venir mañana”, y caés con una mano atrás y otra adelante. Después todo eso lo hacés estando en el club.
— ¿Con qué clase de jugadores te encontraste?
— Acá hay jugadores físicamente muy dotados, porque se alimentan con frijoles, huevo y panceta todas las mañanas. El miércoles pasado fuimos a jugar con sensación térmica 41° a las 15:00, después de ocho horas de viaje y de haber jugado el clásico el domingo anterior, y vos los ves que se la bancan. Es verdad que nos costó el calor, pero después estuvimos ocho horas más para volver y al otro día entrenamos a la tarde. Es decir, encontré jugadores físicamente dotados y técnicamente buenos. Ese jugador moreno, rápido, buena técnica... A lo mejor, lo único malo, son las condiciones de los campos de juego, sacando dos o tres canchas, las condiciones del piso no son buenas y algunos equipos te complican por esa vía.
— ¿Cuán importante fue contar con Jerry Bengston, que jugó en la Argentina y tiene experiencia mundialista, para que tu mensaje llegue a todo el plantel?
— Jerry lógicamente es un goleador que jugó Mundiales, además jugó en Belgrano de Córdoba, y hay dos o tres más que jugaron a nivel selección o que juegan en la selección actual. Claramente, si hay algo que tengo bueno yo, es la coordinación de los grupos. Tengo facilidad para la llegada. Y siempre necesitás el apoyo de los jugadores grandes, tenés que entrarle bien a ellos para te dan una mano. Jerry es una persona muy humilde, es tranquilo, es muy buena gente, y eso te ayuda.
— Son bicampeones a nivel nacional y de los mejores equipos en el plano continental, ¿cómo se logra un éxito tan rápido?
— Creo que armamos un lindo grupo humano. Le llegamos desde lo humano a los jugadores. El hecho de que yo jugué para la Selección Argentina un Mundial provoca en ellos un poco de, no digo admiración, pero sí respeto. Después ven vos te comportas normal, que no sos soberbio y eso ayuda mucho. Y después hicimos hincapié en tres o cuatro conceptos futbolísticos. A nivel local hemos sacado diferencias, más allá de que tenés equipos como Motagua o Real España que te compiten. Esos son dos equipos durísimos. Pero le hemos metido una idea que muchas veces sale bien y pocas veces sale mal.
— ¿Cuáles son esos aspectos del juego que más tuviste que trabajar para imponer tu idea?
— Lo que trabajo en todos los equipos que voy, más que nada la recuperación tras pérdida y que no haya abandono del hombre. Hay cosas que dependen de la voluntad, porque es fácil cuando la pelota la tenés en el pie. O sino la tenés, la pedís porque la querés. El problema es cuando la perdés. A no todos los jugadores, sobre todo los atacantes o volantes ofensivos, les interesa dar una mano en la recuperación. Si supieran que mientras más rápido la recuperamos, en tres toques podemos estar en el arco contrario... Después hacemos mucho hincapié en no abandonar ningún hombre en ningún sector del campo, sobre todo cuando ejercemos presión. Y también en la movilidad, tocar y moverse. Generalmente el que defienda espera a ver a quién se la tocás, entonces si te movés sos un receptor libre más adelante, porque el que te está defendiendo lo primero que hace es mirar. Errores siempre hay, pero creo que achicamos la brecha bastante. Gracias a eso hoy competimos a nivel internacional y llegamos a una a una semifinal de Champions League de la CONCACAF. Porque no podés competir técnicamente contra el Tigres de México, o contra Montreal Impact o Seattle Sounders, ellos tienen figuras. Entonces competimos desde ese lugar. No queda otra que compensar con la intensidad en la recuperación.
— ¿Pueden esas ligas, sobre todo la Major League Soccer (MLS), consolidarse como una de las más fuertes del mundo?
— Creo que Estados Unidos está haciendo un furor importante y está armando unos equipos bárbaros. Lo que sí, juegan sin presión. Eso es algo muy bueno que tenemos los argentinos. Allá vos errás un pase y te putean. Cuando nosotros eliminamos al Seattle Sounders en la Concachampions, la gente los aplaudía. En Argentina no pasa. Si a River lo elimina un equipo de, con todo respeto, Bolivia, la gente te insulta y al otro día todos los medios te están matando. En Estados Unidos eso no pasa. A veces es bueno jugar bajo presión, porque vos tenés otros recaudos y compromisos. Hay que ver hasta qué punto esa presión empieza ejercerse para que ellos mejoren a nivel competitivo.
— ¿Por qué a los entrenadores argentinos les va bien en el exterior?
— Porque justamente estamos acostumbrados a vivir en una locura, en una burbuja de presión. Vas a jugar un partido y te putea el contrario o te putea tu hincha, depende cuál sea el resultado. El otro día estaba mirando la televisión y la sangría que estaban haciendo con Boca... Y todos sabemos que la Copa Argentina es así, le pasa a todo el mundo, hasta River ganó por penales algunos partidos. El entrenador y el jugador argentino se crían en ese ambiente. Me encanta mirar fútbol argentino, me parece que tiene dinámica, es moderno, pero después también tenés otro problema: los buenos jugadores que aparecen duran poco, entonces no tenés una continuidad. En otra época, el jugador se quedaba hasta los 24 o 25 años. Y en mi época, alguno hasta se quedaban en los clubes de por vida, como Bochini.
— Vos después de River emigraste a Italia, que era la mejor liga del mundo en ese momento... ¿por qué hoy las figuras del fútbol argentino terminan en mercados con Brasil, Rusia o Estados Unidos, como Nacho Fernández por ejemplo?
— Es por lo económico. Hoy Argentina con el tema del dólar provoca que a los jugadores se les pague muy poco con respecto a otras ligas que antes no pensabas que te podían pagar más. Hay diferencia de dos o tres veces más de lo que ganás en Argentina. Al que juega, le encanta el fútbol, pero es su trabajo y en Argentina cada día ganás menos. A los jugadores se los llevan muy jóvenes y no completan con el proceso de maduración en su club, no se afianzan para ir a Europa. También hay algunos que eligen irse a Estados Unidos porque económicamente es mejor y capaz quieren una liga sin tanta presión. Acá en Honduras lo mismo, un jugador puede ganar mucho más dinero que en Argentina. Nacho (Fernández) dio un salto muy grande económicamente en River pero hoy Brasil pagan dos o tres veces más, encima está cerca, ya tiene 30 años, es un fútbol para él desde lo técnico...
— Con cada vez menos potreros y el fútbol más esquematizado, ¿los jugadores talentosos como Nacho están en peligro de extinción?
— A mí la esquematización del juego no me desagrada porque yo creo que el fútbol no es un juego sino que es un trabajo, sobre todo al nivel que estamos nosotros, que defendemos la economía y los intereses de un club. Vos tenés que técnicamente ser un dotado pero a la vez adaptarte a un esquema táctico. Salvo que seas Messi, que puede hacer lo que quiera, porque de 10 pelotas que toca hace ocho goles. El problema es que alguien que juega bien, pero no te garantiza eso, quiere quedarse parado. Entonces así luchás el descenso, no campeonatos. Entonces pienso que los chicos que quieren ser profesionales tienen que entrenar a full, ser cuidadosos con su vida privada y saber que se puede jugar muchos años en las inferiores el club y eso no quiere decir que vas a llegar a Primera. Todos los planteles tienen 25 jugadores y llegan solamente uno o dos por división. Capaz que hacés todo bien y tampoco llegás.
— ¿Estás conforme con la clase de entrenador que sos o sentís que todavía hay margen de mejora?
— Yo creo que puedo seguir mejorando, pero considero que soy mejor técnico de lo que fui como jugador, si bien me gustaba jugar más al fútbol...
— ¡Pero jugaste la final de un Mundial!
— No, bueno, pero yo como jugador... A ver, no era malo, era bueno, pero estaba en una segunda línea detrás de los fenómenos. Yo no era un Caniggia o Maradona. Yo era el que tocaba atrás la guitarrita, lo hacía bien, pero en cambio como entrenador algunas veces me he sentido importante y determinante. Si bien me gustaba jugar, creo que soy mejor entrenador que lo que fui como jugador.
— ¿Y cómo hace un director técnico para evolucionar y experimentar un crecimiento?
— Mirando fútbol, equivocándose, volviendo a acertar, cambiando ideas, mirando dónde te equivocas, aprendiendo de los errores, fortaleciendo virtudes. Es un trabajo de hormiga. Yo tardé seis o siete años en darme cuenta que los conceptos eran más importantes que cualquier táctica, porque cuando dirigís un equipo si cualquier jugador tuyo no sigue a un hombre es una pérdida tuya sin importar la táctica que utilices. Entonces le empecé a dar mucho más lugar a los conceptos. Pero me llevó varios años entender eso. Y en ese ínterin también salí campeón con Cerro Porteño con otra idea. Y esto que aprendí tampoco quiere quiere decir que voy a ganar todo, sigo perdiendo y me sigo equivocando.
— ¿Entonces vamos camino a un fútbol más de funciones que de posiciones?
— Sí, puede ser, creo antes al futbolista la posición se la podías dar pero para la función quizás no estaba preparado como ahora. Hoy se juega en 40 metros. Antes el defensor central se paraba cerca del arquero y los delanteros en la otra área. Eso ya no existe. Ya esa antigüedad que hacían los defensores que despejaban y gritaban “¡salimos!”... ¿por qué no le decían a los delanteros que vengan cuando se quedan parados allá?. Había una confusión de que los que jugaban bien no tenían que correr, así estaban frescos. Eso era en el picado del barrio, acá estamos hablando de fútbol profesional. Aparte cuando los jugadores buenos se dan cuentan que si la recuperan en 3/4 es mejor para ellos, en vez de correr 80 metros para atrás y volver 80 metros para adelante, van a dar más bola.
— ¿Cuáles son tus planes a futuro?
— Mi plan a futuro es dirigir el próximo entrenamiento, ya no tengo planes, vivo el presente. Me gusta dirigir. Veremos que me va preparando el destino y los resultados. A lo mejor a nivel familiar, si sigo acá, los dos hijos más chiquitos míos quiero que vengan. Mis hijos grandes hacen su vida pero los chiquitos si tengo pensado traerlos acá conmigo.
— ¿Y volverías a trabajar en el fútbol argentino o ya preferís evitar ese nivel de presión?
— Volvería porque también me gusta el fútbol argentino pero no a Gimnasia. Iría a cualquier equipo pero no a Gimnasia, ya es un capítulo cerrado.
— ¿Por qué?
— Porque yo le dado mucho al club y siempre he ido en situaciones difíciles. Nunca he ido estando el club bien, siempre me tocó estar con el club mal y me he acomodado como he podido, y ahí hemos conseguido buenos resultados. Pero a la larga siempre te vas mal herido, y vas perdiendo el cariño de alguna gente. Porque cuando vos te exponés tanto, no te traen los refuerzos, perdés tres partidos y te putean a vos, siempre te vas con problemas. Creo que yo ya hice muy buenas cosas en Gimnasia como para tirarlas a la basura.
— Pero vos siendo un emblema e ídolo en Gimnasia de La Plata, ¿no podías trabajar con tranquilidad?
— ¡Noooo! Nunca trabajé con tranquilidad en Gimnasia tampoco. En La Plata hay miles de medios partidarios, tenés dos diarios deportivos de Gimnasia y Estudiantes, es imposible llevar un clima tranquilo. Sabés que siempre estás en el ojo de la tormenta y cuando pierdas vas a estar todos los días escuchando como te matan. Era muy difícil, era complicado tener tranquilidad. Y cada día es peor, con Internet cada día es peor.
— ¿Y es solo por este motivo o el factor de Maradona también puede influir?
— No, al contrario, sería un orgullo estar en un equipo después de que lo dirigió Diego. Eso no tiene nada que ver. Simplemente tiene que ver con mis vivencias ahí.
— ¿Pudiste ver el documental con los audios que publicó Infobae?
— Sí, lo vi. Me causó un odio terrible, yo no me imaginaba que fuera así. A mí este chico Maxi (Pomargo, cuñado de Matías Morla y uno de los que convivía con Maradona) generalmente me atendía el teléfono, me lo pasaba a Diego, él me ha mandado mensajes. Pero después escuchando todo... A mí no me dolió tanto lo laboral, cuando hablan de querían seguir cuidando a Diego porque era una fuente de trabajo. Pero sí escuchar al médico decir “a quien se comió este”... Qué locura, no tenés cara, hijo. Es más ni siquiera lo operaste, le hiciste creer a todo el mundo que lo operaste vos y nada que ver. O cuando querían sacarle la foto con la bebida al lado o que grabe un video diciendo que no estaba preso. La verdad me dolió mucho más esto que la muerte. Escuchar eso y saber que podría haber estado bien, duele mucho más. Todos sabíamos que él había llevado una vida complicada y que podía explotar, pero cuando ves que le daban pastillas y bebidas alcohólicas para que duerma y, como decían ellos, que “no rompa las bolas”... Qué locura, estás hablando de Maradona, era el ídolo de todos nosotros...
— ¿Hablaste con Diego antes de que agarre Gimnasia?
— Sí, hablé con él y le dije “anda a Gimnasia porque te vas a sentir como en Napoli”. Porque la gente de Gimnasia es así, pasional, muy sentimental, y encima tenían a Maradona. Al menos Diego tuvo esa alegría de poder vivir esos momentos.
— ¿Habrá influido tu recomendación?
— No sé si influyó en su decisión. Creo que fueron unas palabras más ante tantas que podría haber recibido. Pero ojalá que haya sido así, me llenaría de orgullo y además sé que ha sido feliz en Gimnasia, las veces que ha podido estar adentro una cancha fue feliz.
— ¿Cuándo fue tu última comunicación con él?
— Hablé tres veces con Diego en el último tiempo, dos veces pudimos hablar bien y la tercera intercambiamos un par de mensajes de voz. Cuando había firmado me volvió a llamar y me dijo “ya arreglé”. Y después hubo un intercambio de audios después de un par de victorias de esas emocionantes. Ahí ya le sentí la voz medio mal y veía que estaba haciendo un esfuerzo para hablar. Yo le dije que me alegraba de verlo en Gimnasia, él justo estaba en el momento de renovar o no renovar, y le dije “seguí yendo que te va hacer bien”. Pero bueno, ya se notaba que no era el mismo con el que yo había hablado un año y pico antes. Está bien que a él le manejaran el teléfono porque no estaba bien para hablar con todo el mundo, leer y escribir. Pero que no le pasaran con los hijos es duro. Yo por suerte siempre pude hablar. Fuente: Infobae