Bryan Arce llegó a la Argentina en 2013, a los 18 años, solo y sin saber si iba poder adaptarse a vivir en un país que desconocía casi por completo. Para esa época, había terminado sus estudios secundarios en un colegio con orientación en aviación, ubicado en Quito, capital de su país natal, Ecuador; y se anotó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) para continuar sus estudios, especializándose en Aeronáutica. Hoy, con 29 años, lleva adelante su propia empresa de drones, que comercializa sus productos en todo el país y busca posicionarla como líder en la región.
“Sinceramente, no me acuerdo cómo elegí la UNLP. Ni siquiera sabía dónde quedaba Argentina y mucho menos La Plata”, reconoce Arce y explica: “Tenía la posibilidad de estudiar en Ecuador, pero mi idea era viajar, así que empecé mi carrera universitaria acá. Por suerte me recibieron muy bien y hoy en día se convirtió en mi segunda casa”.
Los primeros meses viviendo en la ciudad de las diagonales no fueron sencillos para Bryan, que dejaba la casa de sus padres por primera vez, mudándose a más de 4 mil kilómetros de distancia. “Toda mi niñez y adolescencia fui muy apegado a mi familia, así que lo más difícil fue despegarme de ese lazo familiar tan fuerte y empezar una vida solo”, dice Arce y destaca: “tuve la fortuna de conocer a mucha gente muy buena, personas que se han convertido en mis amigos y me dieron una mano grande para que la adaptación fuera lo más llevadera posible”.
Los drones aparecieron en su vida varios años después y de manera casual. En 2017, el entonces estudiante de la UNLP se encontraba cursando las últimas materias de la carrera de Ingeniería Aeronáutica y al mismo tiempo se desempeñaba como mesero en un bar en el barrio platense de Meridiano V para poder solventar sus gastos. En uno de sus escasos ratos libres, el joven ecuatoriano estaba sentado frente a la pantalla de su computadora, cuando el algoritmo de YouTube —sistema de recomendación que decide qué videos sugerirle a cada usuario— hizo que aparecieran frente a sus ojos imágenes de una curiosa competencia en Dubai, que lo dejó asombrado ¿De qué se trataba?: carreras de drones.
El video correspondía a la World Drone Prix, la carrera de drones más grande y lucrativa del mundo. En este tipo de carreras, los participantes deben completar un circuito, donde tienen que esquivar obstáculos y atravesar curvas imposibles en el menor tiempo posible.
“Yo no soy del palo geek ni de andar desarmando juguetitos hasta ese momento, así que era algo completamente nuevo para mí”, menciona Bryan y agrega:
p>Sobre el mismo escritorio donde estudiaba, se hizo un espacio entre los libros y colocó los componentes, que empezó a ensamblar, utilizando como únicas herramientas una caja de destornilladores y un soldador de estaño.Me metí tanto, que estuve todo un año investigando acerca de cómo construir un drone
Poco a poco, fue ahorrando algo de dinero de su trabajo como mesero, que lo destinaba a comprar los componentes necesarios para elaborar su propio vehículo aéreo, hasta que en 2018 logró conseguir todos los elementos y puso manos a la obra.
Al tener listo su prototipo, un dispositivo con un peso 650 gramos y un motor eléctrico que funciona con baterías de litio polímero, el joven apasionado por la aeronáutica quiso ir por más y, junto a Raquel, su “socia, compañera y amor de toda la vida”; crearon Armagedron, su propio emprendimiento.
Si bien la idea los cautivó desde un principio, no tardaron en darse cuenta de que sabían mucho de drones y números, pero no tanto de ventas. “No teníamos ni idea de cómo comercializar nuestro producto, pero pudimos entrar a Usina de Ideas, que es un programa de desarrollo de emprendimientos que se hace en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. Estuvimos ahí un año y gracias a eso conocimos a mucha gente que nos potenció para entrar a otros programas por rondas de inversiones”, señala Arce.
En 2020, año en el que la pandemia de Coronavirus paralizó al mundo, el proyecto logró consolidarse y despegar con un gran impulso. Bryan y Raquel estrenaron su tienda virtual, desde donde actualmente venden sus productos a distintos puntos del país.
“Nosotros nos dedicamos exclusivamente a lo que es la tecnología Drone Racing FPV”, detalla Arce y explica que ese término se usaba antiguamente porque este tipo de diminutas aeronaves no tripuladas se utilizaban para competiciones de drones, “pero las carreras fueron quedando a un costado y hoy en día se están usando mucho para la creación audiovisual. La presentación de Messi en el Paris Saint Germain, por ejemplo, se hizo con este tipo de drones y la presentación del Mundial de Qatar se está haciendo igual”.
Los drones FPV —First Person View, que en español significa vista en primera persona— están pensados para competir en carreras, hacer acrobacias y volar a altas velocidades —pudiendo superar, según las dimensiones y el peso, los 160 kilómetros por hora—.
Una de las principales diferencias con los drones estándar radica en que los FPV no cuentan con ningún tipo de sensor anticolisión ni GPS, por lo que toda la responsabilidad recae en el piloto, que manipula el drone con un mando y unas gafas de vídeo que permiten ver en tiempo real la imagen de la cámara.
“Están hechos en fibra de carbono mayormente y en la estructura se usa mucho la impresión 3D, materiales flexibles como TPU —Poliuretano termoplástico—. Después están los motores, electrónica, cámara y demás”, precisa el emprendedor oriundo de Ecuador.
Además de ser representantes en Argentina de varias marcas del rubro, Armagedron ofrece el servicio de impresión 3D para que sus clientes puedan tener todo tipo de piezas y accesorios para sus drones o para cualquier otro proyecto. También realizan reparaciones e incluso se encargan de hacer diseños a medida, ajustándose a los requerimientos del comprador.
“A inicios de año, por ejemplo, estuvimos trabajando para un proyecto de Cablevisón Flow, que necesitaban un drone para volar en las montañas, en Catamarca, para una serie”, comenta el cofundador del emprendimiento y continúa: “Tenían que llevar una cámara de cine, así que construimos un octacopter, con ocho motores para que pudiera resistir las condiciones de vuelo adversas que iba a tener la aeronave, y para que soportara de forma segura el peso de la cámara de cine”.
Actualmente Armagedron cuenta con un equipo compuesto por ingenieros, creadores audiovisuales, contadores y encargados de la logística, y Bryan Arce sueña con que su emprendimiento vuele bien alto en toda la región: “Nos gustaría convertirnos en la empresa líder y referente en Latinoamérica en cuanto a ventas, soporte, innovación y desarrollo de tecnología drone FPV, y estamos trabajando para eso. Además buscamos posicionar esto que nació como un deporte tecnológico, y crear una comunidad consciente y responsable que entienda todo lo que conlleva manejar una aeronave de este tipo”. Fuente: 0221.com.ar