El Momo de Carnaval, un año sin celebración, ni quema

16-02-2021   Por: Primera Página

El carnaval, el Rey Momo, las bombitas de agua y la espuma lanzada entre hombres y mujeres tienen raíces en fiestas egipcias, asirias, griegas y romanas de hace 3000 años por lo menos.

p>Los lupercales, los saturnales grecorromanos y sus correlatos del Antiguo Egipto sumado al dios Momo, el de la ironía, la burla, el sarcasmo y el desenfreno, devinieron en una tradición que inclusive la llegada del cristianismo, hace 2000 años debió aceptar, convertir e incorporar a su calendario.

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La realidad siempre tiene más sentido común que cualquier relato o cuento que se haya impuesto acerca de estas festividades.

¿Por qué los carnavales? ¿Por qué jugar con agua o espuma? ¿Por qué el Momo?

Todo tiene su lógica y rus razones que se fueron olvidando con los siglos.

En el hemisferio norte, en los antiguos grandes imperios, la llegada del calor, próxima a estas épocas, implicaba que la carne se pudra.

Aún no existían los saladeros ni por supuesto las heladeras ni los freezer.

Por lo tanto ¿Qué hacer con la carne que ya estaba preparada y conservada en el frío del invierno de enero pero ante la llegada de los primeros calores de la primavera se pudriría indefectiblemente?...

Comérsela.

Así... toda junta... de a montones, en pantagruélicas festicholas a pura carne, con abundante vino para celebrar que llegaba el calor y con él las nuevas esperanzas de mejores cosechas y el renacer de la estación más simpática: la primavera.

Por eso carnaval o "fiestas carnestolendas", solo por la CARNE.

Tanto los lupercales como los saturnales, ancestros directos del carnaval incluían ritos de fertilidad en donde supuestamente el hombre le brindaba a la mujer la posibilidad de ser "bendecida" por un toque de piel de animales embebida en sangre, y los jóvenes solían corretear a las muchachas con estos adminículos ensangrentados para alcanzar y "manchar" con eso a la mujer para, supuestamente, hacerla "Fértil" en el transcurso de ese año.

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Con los siglos pareciera ser que esa práctica devino en la guerra de bombitas y espuma con la que hombres y mujeres jóvenes y hasta niños juegan "al carnaval", en un rito al que cada vez se lo mira de manera más incorrecta por el sexismo que implica.

Un párrafo aparte merece la evolución del Momo, un dios griego poco querido por el resto de las deidades debido a su permanente burla hacia sus pares.

Hoy a Momo podría llamárselo el "Dios de Twitter" o el rey del "Meme", jugando con su nombre, porque basaba su existencia en aplicar el sarcasmo y la ironía hacia sus pares todo el tiempo y según la mitología, esto le valía la antipatía generalizada.

Era el dios de los escritores y poetas, un espíritu de inculpación malintencionada y crítica injusta.

Se burló de Hefesto por haber "fabricado a los hombres" sin puertas en sus pechos a través de las cuales se pudiera conocer si sus pensamientos y sentimientos eran verdaderos.

Incluso se burló de Afrodita, aunque todo lo que pudo hallar fue que era parlanchina y llevaba sandalias chirriantes.

Debido a sus constantes críticas, fue exiliado del Monte Olimpo.

Se lo representaba con una máscara que levantaba para que se le viera la cara, y con un muñeco o un cetro acabado en una cabeza grotesca en la mano, símbolo de la locura.

A partir de allí Momo fue la figura perfecta para representar el desenfreno del Carnaval.

Cuando aparece el cristianismo hace dos milenios, tal era la raigambre de estas fiestas populares que, como hizo con casi todas las tradiciones paganas, las incorporó sutilmente a su tradición cultural para no generar choques entre aquello a lo que el pueblo ya celebraba, y no quería apartar de repente de sus costumbres, con la nueva creencia dominante.

Y a pesar de que el Carnaval representaba todos los valores contrarios a los que iría adoptando el cristianismo, sobre todo desde Santo Tomás de Aquino (gula, lujuria, pereza), la fiesta continuó a tal punto que también se incorporó lo que devendría después de finalizados los festejos de Carnaval, que era la "abstinencia de carne" y cuya razón original no era "sacrificarse" no comiéndola para preparar el alma para la Pascua en los 40 días de la cuaresma, sino adaptarse a que en las locas festicholas se habían comido toda la carne antes que se pudra y había que esperar a que los terneros de las diferentes especies estuvieran lo suficientemente grandes para sacrificarlos.

Por lo tanto al menos por 40 días no habría ninguna carne para comer, entonces el cristianismo le puso un nombre y una épica estoica a privarse de ese alimento hoy desechado por propia voluntad por millones de veganos y vegetarianos.