
Cuando entró al tribunal de Old Bailey en 1895, con traje de terciopelo y gesto altivo, nadie imaginaba que ese juicio iba a sellar el destino de uno de los escritores más brillantes del siglo XIX. Pero lo que parecía una defensa de su honor terminó exponiendo su intimidad en una Inglaterra victoriana que lo juzgó más por su deseo que por sus actos. ¿Qué pasó exactamente con Oscar Wilde? ¿Por qué terminó preso? Te lo contamos sin vueltas.
Todo arrancó con una nota insultante. El marqués de Queensberry, padre de su joven amante Alfred Douglas (apodado "Bosie"), le dejó una carta en un club diciendo: “Oscar Wilde, que alardea de somdomita” (sic). Wilde, en vez de ignorarlo, decidió llevarlo a juicio por difamación. Pero la jugada le salió mal.
Durante el proceso, el abogado del marqués presentó testigos que aseguraban haber tenido relaciones con Wilde. A pesar de que Wilde ya era reconocido por obras como El retrato de Dorian Gray, y de que intentó defenderse diciendo que todo era arte, no alcanzó. La sociedad de la época no quería entender de estética, quería castigar lo que consideraba inmoral.
En la Inglaterra victoriana, la homosexualidad no se nombraba. Se usaban frases como “indecencia grave” o “prácticas contra natura” para criminalizar a quienes se salían de la norma sexual. El juicio se convirtió en un espectáculo: testigos que hablaban de “orgías”, cartas románticas que se leyeron como pruebas de delito, y un Wilde brillante pero acorralado.
Cuando el proceso cambió de dirección y Wilde pasó de acusador a acusado, ya era tarde. El Estado lo encontró culpable de “conducta indecente con otros hombres” y lo condenó a dos años de prisión con trabajos forzados. Pasó ese tiempo en la cárcel de Reading, donde escribió De profundis, una extensa carta dirigida a Bosie, llena de dolor, rabia y resignación.
La condena social fue aún peor. Su esposa lo dejó y le prohibió ver a sus hijos. En París, su último refugio, lo rechazaron hasta los círculos literarios. Murió en 1900, pobre y enfermo, con apenas 46 años.
El caso Wilde dejó en evidencia cómo la homofobia podía destruir una carrera, una vida y una obra. También mostró la hipocresía de una época que prefería callar antes que hablar de sexualidad con honestidad.
Hoy, su historia sigue siendo un espejo incómodo pero necesario. El juicio a Oscar Wilde no fue solo contra un hombre, sino contra el derecho a amar libremente. ¿Qué cambió desde entonces? ¿Y qué sigue igual?
Esa es la conversación que él, sin saberlo, todavía nos invita a tener.