
¿Sabías que hay más de 406 especies de aves que, a pesar de poder volar, no logran escapar del calentamiento global? Aunque parezca raro, moverse no siempre alcanza. Y ahí empieza el problema.
Un estudio reciente de la Universidad de Yale, publicado en Nature Ecology and Evolution, analizó cómo responden las aves norteamericanas al cambio climático. Los resultados sorprenden: aunque se mueven, no logran evitar las altas temperaturas. Esto deja en evidencia que la adaptación de las aves al nuevo clima tiene límites.
Durante 20 años, los científicos cruzaron datos de temperatura con observaciones de aficionados y expertos. Se enfocaron en qué tanto se desplazaban las aves y si eso servía para escapar del calor. El resultado fue claro: no les alcanza.
En verano, muchas aves recorrieron entre 64 y 80 kilómetros hacia el norte. Algunas también buscaron mayor altura. Eso ayudó a esquivar parte del calor: un promedio de 1,28 °C menos. Pero igual terminaron expuestas a un aumento de 1,35 °C. O sea, se mudaron… pero el calor también se mudó con ellas.
En invierno fue peor. Las aves se movieron poco y el calor pegó fuerte. El promedio fue un aumento de 3,7 °C. Y moverse apenas les sirvió para evitar medio grado. Así, solo el 11% del calentamiento global fue esquivado en esa estación.
El dato más preocupante es que muchas especies ni se movieron. Por ejemplo, el cucarachero, típico de zonas áridas, se quedó en su lugar. Esa quietud las deja más vulnerables al clima cambiante. Los científicos llaman “cambiadores de nicho” a las especies que no se adaptan porque dependen demasiado de ciertos alimentos, refugios o condiciones que no encuentran en otros lados.
Pero no todo es negativo. Algunas aves, como la reinita aliazul, sí lograron migrar más de 160 kilómetros hacia zonas más frescas. Eso les permitió evitar hasta 2 grados de calor extra. Sin embargo, hasta esos nuevos lugares ya son más cálidos que hace 20 años.
Jeremy Cohen y Walter Jetz, autores del estudio, advierten que si las aves —que vuelan— tienen dificultades para adaptarse, especies más “quedadas” como los reptiles o mamíferos la van a pasar aún peor.
Además, el trabajo muestra que ya hay una brecha entre el clima donde las especies evolucionaron y el clima de hoy. Esa desconexión crece año a año.
Para los investigadores, la clave está en dos cosas: seguir observando a largo plazo y usar la ciencia ciudadana. Muchos datos surgieron de personas que se dedican a mirar y registrar aves como hobby. Esa info vale oro para entender qué está pasando.
Este estudio es una señal de alerta. Si no se actúa ahora, muchas especies podrían desaparecer. Y eso no es solo una mala noticia para las aves. Es un problema para todos.