08/06/2025 - Edición Nº5209

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¿Los robots pueden hacernos llorar?

06/06/2025 08:00 | ¿Podemos encariñarnos con un robot? La pregunta parece sacada de una peli de ciencia ficción, pero la charla entre Lex Fridman y Andrew Huberman en el podcast Huberman Lab Essentials abre una puerta.



¿Podemos encariñarnos con un robot? La pregunta parece sacada de una peli de ciencia ficción, pero la charla entre Lex Fridman y Andrew Huberman en el podcast Huberman Lab Essentials abre una puerta que no cierra fácil: ¿cómo cambia nuestra forma de vivir y sentir cuando la inteligencia artificial empieza a meterse en lo más íntimo de la vida humana?

En menos de una hora, estos dos científicos del MIT desarmaron conceptos, contaron anécdotas personales, y dejaron en claro que no estamos hablando de futuro. La IA ya está entre nosotros. Y más que reemplazar personas, podría cambiar para siempre cómo nos vinculamos.


¿Qué es realmente la inteligencia artificial?


Según Lex Fridman, hay dos maneras de mirar la IA: como una meta ambiciosa —crear seres más inteligentes que nosotros—, o como un conjunto de herramientas que nos ayudan a entendernos mejor. La clave, dice, está en el aprendizaje automático: sistemas que aprenden de la experiencia, muchas veces sin que nadie los programe paso a paso.

Fridman explicó que esto se parece mucho a cómo aprenden los chicos: ven, prueban, se equivocan, y de a poco arman sentido. Con esa lógica se entrenan los autos que se manejan solos, como los de Tesla. Pero ojo: todavía necesitan que alguien esté atento. No es magia, es ensayo y error.


¿Podemos tener sentimientos por una máquina?


Ahí es donde la cosa se pone rara. Andrew Huberman contó cómo llegó a tenerle cariño a su robot Roomba, ese que pasa la aspiradora solo. Fridman, por su parte, hizo un experimento: programó a varios Roombas para que hicieran ruiditos de dolor si los golpeaban. Y sí, sintió culpa. Como si fueran bichos vivos.

“Sentí que eran casi humanos”, confesó. Y lo loco es que eso surgió de compartir tiempo, no de que el robot pensara o sintiera de verdad. ¿Será que el apego no necesita conciencia, sino solo rutina compartida?


La imperfección como motor de la relación


Tanto humanos como máquinas fallan. Pero para Fridman, ahí está el secreto: en aprender juntos. Dice que los robots no van a ser perfectos nunca, y que eso no está mal. De hecho, como con los vínculos humanos, el error es parte del crecimiento.

Así como entrenamos a un perro para que no muerda los zapatos, también enseñamos a una IA a no chocar el auto. La diferencia es que la máquina necesita que le pongamos los objetivos claros. Y ese, según Fridman, es uno de los mayores desafíos de este siglo.


¿Y si los robots también mueren?


El momento más emotivo de la charla llegó cuando ambos hablaron de la muerte de sus perros. Fridman recordó a Homer, su terranova, y Huberman a su bulldog, Costello. En ese duelo encontraron un espejo de lo que podría pasar si algún día perdemos una máquina con la que pasamos años.

¿Vamos a llorar por un robot? Tal vez sí. Porque si compartimos tiempo, momentos, rutinas... ¿cuál es la diferencia?

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