

¿Y si lo que te está impidiendo bajar de peso no es el postre... sino no darte el gusto? Suena raro, pero un estudio reciente pone en jaque la idea de que hay que eliminar los placeres para estar en forma. Acá te contamos por qué sumar ese “gustito” podría ser tu mejor estrategia para reducir los antojos y mantener un plan saludable a largo plazo.
Un equipo de investigadores, liderado por Manabu T. Nakamura, descubrió que incluir pequeñas porciones de alimentos deseados (como snacks o dulces) dentro de una comida equilibrada puede ser más efectivo que evitarlos por completo. Esta idea, publicada en la revista Physiology and Behavior y difundida por Women’s Health, busca cambiar el enfoque con el que muchos enfrentan una dieta.
Durante un año, Nakamura y su equipo trabajaron con treinta personas con obesidad. En vez de prohibir alimentos “tentadores”, les propusieron incorporarlos de forma medida en sus comidas. El objetivo no era premiarse ni romper la dieta, sino integrar esos gustos dentro de una alimentación ordenada. ¿El resultado? Al final del año, los participantes habían perdido en promedio un 7,9% de su peso. Y lo más importante: seguían.
Algunos incluso completaron un segundo año de mantenimiento y, aunque recuperaron algo de peso, mantuvieron una pérdida del 6,7%. Eso mostró que este enfoque no solo sirve para bajar, sino para sostener los cambios. ¿Por qué? Porque ayuda a reducir los antojos y evita esa típica sensación de estar “a dieta” todo el tiempo.
Más de la mitad de los participantes usaron esta estrategia entre una y tres veces por día. ¿El resultado? Los que más la aplicaron no solo bajaron más de peso, sino que también reportaron menos antojos por cosas dulces o grasosas.
En cambio, quienes bajaron menos del 5% de su peso no mostraron una mejora sostenida en el control de los impulsos. Esto sugiere que, lejos de boicotear la dieta, un pequeño postre o snack bien planificado puede ser el aliado inesperado para lograr resultados duraderos.
Nakamura aclara algo clave: la fuerza de voluntad no lo es todo. Muchas veces, lo que nos juega en contra no es un capricho, sino la falta de regularidad. Comer a horarios cambiantes o saltearse comidas activa más los impulsos. En cambio, mantener una rutina, aunque incluya un gusto, reduce la ansiedad y el abandono.
Ojo: el estudio fue con un grupo chico y no prueba que esto funcione para todos. Pero abre la puerta a repensar la alimentación. En vez de vivir con culpa o prohibiciones, ¿y si empezamos a planificar con flexibilidad?
La clave está en el equilibrio. Si aprendemos a integrar esos gustos dentro de un plan, en lugar de evitarlos o caer en atracones, podemos estar en forma sin dejar de disfrutar.