22/06/2025 - Edición Nº5223

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La venganza de Hitler: el día que quiso borrar Lídice hasta sus muertos

20/06/2025 10:00 | ¿Qué puede llevar a un líder a ordenar que desaparezca un pueblo entero, incluyendo hasta los cuerpos del cementerio? La historia de Lídice es la respuesta.



¿Qué puede llevar a un líder a ordenar que desaparezca un pueblo entero, incluyendo hasta los cuerpos del cementerio? La historia de Lídice es la respuesta. Y el responsable directo fue Adolf Hitler, cegado por la furia y decidido a vengar la muerte de su mano derecha. Pero el intento de hacer desaparecer a un pueblo bohemio terminó dejando una huella imborrable en la memoria mundial.

Todo comenzó el 27 de mayo de 1942. Ese día, dos combatientes entrenados en Inglaterra atacaron en Praga al poderoso Reinhard Heydrich, uno de los ideólogos del nazismo. Para Hitler, aquello fue una declaración de guerra. Y decidió responder con brutalidad, sin importar pruebas ni culpables concretos.

Lídice, la venganza de Hitler • La Aventura de la Historia

El nombre de la operación era claro: venganza. El objetivo: Lídice, un pequeño pueblo checo al que acusaron falsamente de haber colaborado en el atentado. Una semana después de la muerte de Heydrich, el 10 de junio, el ejército nazi entró al pueblo y ejecutó a todos los varones mayores de 15 años. Fueron 173 personas fusiladas a plena luz del día.

La matanza fue tan bestial que ni los animales se salvaron. Los soldados mataron perros y gatos delante de los chicos. A las mujeres las mandaron a campos de concentración como Ravensbrück, y a los más de 100 niños, los deportaron a Chelmno, donde la mayoría murió en cámaras de gas. Solo sobrevivieron 17, “apropiados” por oficiales nazis por considerarlos “aptos para germanizar”.

Pero la furia de Hitler no terminó ahí. Ordenó destruir cada casa, cada calle, cada recuerdo. Los nazis cavaron los cimientos y los taparon con tierra y pasto. Querían que no quedara ni una pista. Y fueron todavía más lejos: entraron al cementerio, desenterraron los cuerpos y se los llevaron para quemarlos. Querían borrar hasta a los muertos del cementerio. Que no quedara nada.

“Lídice ha sido arrasado y su nombre, borrado”, reportaron con orgullo al Führer. Pero esa alegría les duró poco. La noticia del crimen se difundió por todo el mundo y causó una indignación global. En Inglaterra nació una campaña histórica: Lídice debe vivir. El movimiento logró reunir dinero, apoyo y hasta nuevos pueblos con ese nombre. Hoy hay Lídices en países como Chile, México, Brasil y Panamá.

Y aunque Hitler intentó desaparecerlo, Lídice resurgió. Volvió a construirse desde cero. En el lugar donde el horror fue absoluto, hoy hay esculturas de bronce que recuerdan a los niños asesinados y una cruz que marca la fosa común de aquel 10 de junio. Porque sí: quisieron borrar un pueblo hasta de la memoria. Pero lo único que lograron fue que el mundo nunca más lo olvide.