
¿Qué tienen que ver los pingüinos con las nubes? En una de las regiones más inhóspitas del planeta, un hallazgo reciente dejó boquiabiertos a los científicos. El estudio, liderado por Matthew Boyer del Instituto de Investigación Atmosférica de la Universidad de Helsinki, reveló un dato clave: el guano de las aves marinas genera un inesperado impacto en la formación de nubes. Pero no es solo eso. Lo que ocurre en la costa antártica podría influir en el clima global. ¿Cómo puede ser?
En zonas remotas como la Antártida, donde la presencia humana es mínima y casi no hay vegetación, los procesos naturales mandan. Allí, las partículas en la atmósfera que permiten que se formen nubes provienen de fuentes sorprendentes. Una de ellas son las enormes colonias de pingüinos Adelia, que liberan amoníaco a través de su guano (sí, su excremento).
Este amoníaco, al mezclarse con compuestos de azufre liberados por el fitoplancton marino, genera partículas diminutas en el aire. Con el tiempo, estas partículas crecen y se transforman en núcleos que permiten la formación de nubes.
¿Por qué es importante esto? Porque en la Antártida, las nubes cumplen un rol clave en el balance energético del planeta. Pueden enfriar la superficie al reflejar la luz solar o, por el contrario, atrapar calor y contribuir al calentamiento. Pequeños cambios en la cobertura nubosa pueden provocar grandes efectos en la temperatura global.
Y acá viene lo más llamativo: cuando el viento soplaba desde las colonias de pingüinos, se detectaron concentraciones de amoníaco hasta mil veces más altas que en zonas sin aves. Incluso un mes después de que migraran, el suelo seguía liberando el gas.
El equipo trabajó cerca de Base Marambio, en la isla Seymour, entre enero y marzo de 2023. Allí, instalaron instrumentos que registraron niveles de partículas en el aire, compuestos químicos y condiciones meteorológicas. Un día clave fue el 1 de febrero: en solo seis horas, las partículas crecieron hasta 30 nanómetros y activaron núcleos que generaron niebla. La mayoría estaba compuesta por sulfato de amonio, producto del guano.
También encontraron dimetilamina, una sustancia que, aunque en baja concentración, ayudó al mismo proceso.
Este descubrimiento cambia la forma en que entendemos el clima antártico. Hasta ahora, se pensaba que el Océano Austral era la principal fuente de amoníaco. Pero este estudio demuestra que los pingüinos son actores clave en el equilibrio atmosférico. Lo que hacen en sus colonias tiene efectos que pueden extenderse más allá del polo sur.
Además, abre una pregunta intrigante: ¿cómo cambiará todo esto si su hábitat sigue transformándose con el calentamiento global?
El inesperado impacto de estos animales en el aire que nos rodea apenas comienza a conocerse. Y quizás, detrás de cada nube que flota sobre el continente blanco, haya más guano del que imaginamos.