
¿Te pasó de usar ChatGPT, terminar un trabajo y no recordar nada de lo que escribiste? No estás solo. Un estudio reciente del MIT Media Lab reveló algo inquietante: el 83 % de quienes usan esta IA no pueden recordar lo que escribieron apenas unos minutos después. Pero eso no es todo. Lo que encontraron los científicos podría cambiar la forma en la que usamos la inteligencia artificial todos los días.
El experimento fue así: 54 estudiantes divididos en tres grupos escribieron ensayos con distintos niveles de ayuda. Unos lo hicieron solos, otros usaron Google, y el último usó ChatGPT. Mientras tanto, los investigadores monitorearon su actividad cerebral con sensores.
¿El resultado? Quienes escribieron sin ayuda mostraron mayor actividad cerebral. En cambio, los usuarios de ChatGPT tuvieron un 55 % menos de conexión entre distintas zonas del cerebro, especialmente las que usamos para pensar, recordar y revisar lo que hacemos. Así, se encendieron las alarmas sobre cómo esta herramienta puede debilitar la memoria y la autonomía intelectual.
El estudio introdujo un término clave: deuda cognitiva. Es cuando, al usar mucho la IA, empezás a perder el hábito de pensar por tu cuenta. De a poco, el cerebro se acostumbra a que otra cosa piense por vos. ¿El problema? No te das cuenta de que estás perdiendo habilidades, porque también disminuye la capacidad de autoevaluarte.
Esto se vio en el comportamiento de los estudiantes: a medida que avanzaban las sesiones, dejaban de esforzarse. Copiar y pegar se volvió la norma. Incluso cuando les sacaron la IA, el 78 % seguía sin recordar nada de lo que habían escrito antes.
En las pruebas de memoria, el grupo que usó solo su cabeza pudo repetir frases clave del texto. El de ChatGPT, no. Solo 3 de cada 18 pudieron citar algo de lo que escribieron. El resto, nada. Así, quedó claro que cuando la IA piensa por vos, no activás los procesos mentales necesarios para recordar. Y eso, en educación, es un problema grande.
La autora del estudio, Nataliya Kosmyna, alertó que todavía no fue revisado por pares, pero sintió la urgencia de compartirlo. “No quiero que alguien diga mañana: ‘pongamos GPT en jardín de infantes’ sin saber los riesgos”, explicó.
¿La solución? Un uso inteligente: empezar las tareas sin ayuda, activar el cerebro, y luego usar IA para revisar o mejorar. Así evitamos que nos pase por encima y, al mismo tiempo, aprovechamos lo que ofrece.