
¿Qué hizo que Santiago Tato Algorta se consagre campeón de Gran Hermano y se convierta en el segundo uruguayo consecutivo en lograrlo? La respuesta no está solo en los votos, sino en todo lo que pasó durante los 204 días que pasó encerrado, esquivando conflictos y ganándose al público con una estrategia muy suya. Te lo contamos todo en esta nota.
Desde el primer minuto, Tato Algorta dejó claro que no iba a pasar desapercibido. En su presentación tiró la frase que lo marcó: “Sufro bullying por fachero”. Con ese tono entre canchero y provocador, se posicionó como un jugador que no iba a pedir permiso para destacar. Fanático de Peñarol, contador y viajero, se mostró seguro, algo soberbio, pero siempre con un objetivo claro: ganar.
No tardó en demostrar que sabía cómo moverse. En su primera semana ya había ganado liderazgo, hecho jugadas fuertes y generado sus primeras polémicas. Le llovieron críticas por supuestos comentarios machistas o estrategias egoístas, pero el público eligió seguir bancándolo. Ese fue su diferencial: adentro generaba ruido, afuera sumaba apoyo.
No todo fue show. En el encierro también compartió una parte más sensible: su intolerancia a las harinas. Mientras algunos compañeros se burlaban o lo dejaban afuera de las comidas, Tato nunca lo usó como excusa ni generó lástima. Se la bancó con perfil bajo, comiendo arroz y siguiendo su rutina sin drama.
Ese equilibrio entre lo frontal y lo reservado le sirvió para construir alianzas clave. Con Luz Tito, su compañera más cercana, generó un vínculo fuerte y limpio. Con Luciana, una estrategia compartida. Y con Ulises Apóstolo, el enemigo más fuerte. Esa tensión fue uno de los motores de la temporada.
Uno de los momentos más calientes fue cuando se filtraron imágenes de su casting donde exageraba historias. La casa entera se le fue encima. Ulises aprovechó para posicionarse como el "humilde del interior" y acusarlo de inventar. Pero Tato, lejos de entrar en la pelea, se mantuvo en eje.
Más tarde, otro escándalo lo dejó bien parado: durante una competencia, Ulises fue captado ayudando a otra jugadora. Aunque el programa lo negó al principio, ella misma lo terminó confesando. Mientras todos gritaban, Tato fue al confesionario a pedir explicaciones. Sin escándalo, sin violencia.
Con más de seis meses de juego, jugadas, alianzas, peleas y estrategias, llegó el final. Santiago Tato Algorta ganó con el 62,8% de los votos, dejando a Ulises con el 37,2%. Su reacción fue auténtica: “Gracias Argentina, gracias Uruguay. Vamos Peñarol. Vamos el tridente”.
Se fue solo, con la casa apagada, pero con todo el país hablando de él. Porque mientras muchos se enfocaron en hacerle perder el premio, él se concentró en ganarlo. Y lo logró. Por eso, hoy, Tato no es solo el campeón de Gran Hermano: es el segundo uruguayo en hacerlo, y el primero en dejar una marca tan fuerte.