

Esa pregunta se responde sola con solo mirar el ranking del Servicio Meteorológico Nacional. Pero hay algo más que no muchos saben: este rincón patagónico no solo rompe récords de temperatura, también guarda una historia que congela.
Maquinchao, una localidad patagónica récord, viene del tehuelche maguen chawe, que significa "lugar del invierno". Y vaya si lo es. En pleno corazón de Río Negro, este pueblo de apenas 2900 habitantes alcanzó los –18 °C esta semana, liderando por segundo día consecutivo el listado de las temperaturas más bajas del país.
A 880 metros sobre el nivel del mar, la altura hace su parte. La meseta patagónica donde se ubica genera saltos térmicos extremos. Y al estar lejos del mar, el clima no encuentra freno: de día y de noche, en verano o en invierno, el termómetro hace lo que quiere.
Si hablamos de frío, Maquinchao no es improvisada. En 1991, marcó un registro histórico de –35 °C. En esa época, sin gas natural ni caminos despejados, la vida era pura supervivencia. Hoy, aunque algunas cosas cambiaron, muchas familias siguen sin conexión a la red y dependen de la leña. De abril a julio, el Estado organiza entregas especiales para que no falte calefacción.
El origen del pueblo está ligado a los rieles. En 1912, llegó el Ferrocarril al Nahuel Huapi y dio vida a la estación local. Aunque los vecinos celebran el 19 de marzo de 1905 como fecha fundacional, fue con el tren que Maquinchao empezó a crecer.
Con el tiempo, se consolidó como Capital de la Lana. La llegada de los carneros Merino en 1908 fue clave para el desarrollo de la ganadería ovina, que hoy tiene prestigio internacional. Estancias como La Proveedora, Maquinchao, Rucu Luan y San Juan lo demuestran.
Más allá del clima extremo, la zona ofrece paisajes únicos: la laguna Ñe Luan, el arroyo Maquinchao, las pinturas rupestres en Vaca Laufquen o el paraje El Caín, en la Meseta de Somuncurá. Rincones solitarios, intactos, que resumen el espíritu del sur.
La explicación combina tres factores: altitud, lejanía del mar y amplitud térmica. A diferencia de zonas como Tierra del Fuego, donde las temperaturas son frías pero estables, en la meseta rionegrina los cambios entre el día y la noche son brutales.
Y aunque el frío es parte del ADN local, también plantea desafíos. Con mínimas que pueden bajar de los –15 °C por días seguidos, vivir en Maquinchao no es para cualquiera. Pero para quienes nacieron ahí, el invierno no se sufre, se habita.