

El monóxido de carbono es un gas invisible, sin olor, ni color, ni sabor. Se genera cuando algo se quema mal: una estufa, un horno, un calefón… Si no tienen buena ventilación o están mal instalados, empiezan a liberar este gas tóxico en el aire.
Y ahí empieza el problema: lo respirás sin darte cuenta. El oxígeno que debería estar en tu sangre es reemplazado por monóxido. Tu cuerpo empieza a fallar. Primero, dolor de cabeza, náuseas, fatiga. Después, si nadie hace nada, puede ser irreversible: convulsiones, desmayos… o la muerte.
En la casa de la calle Sanabria, entre Pedro Morán y Ricardo Gutiérrez, no hubo explosión ni fuego. Solo silencio. Las cinco víctimas fallecieron sin advertencias claras. Según los primeros datos, un calefactor habría estado emitiendo monóxido de carbono durante horas. El ambiente estaba cerrado. Nadie notó nada hasta que fue demasiado tarde.
Sí. Todos tenemos algún artefacto que puede generar este gas. Lo peligroso es no saberlo. La mayoría de los casos ocurren al comienzo del invierno, cuando encendemos estufas viejas sin revisar. Las rejillas de ventilación tapadas o usar el horno para calentar también son errores comunes que pueden costarte la vida.
Abrí puertas y ventanas inmediatamente.
Apagá estufas, hornallas, todo lo que genere llama.
Salí de la casa y llamá a emergencias.
No esperes a tener síntomas fuertes: actuá apenas sospechás algo raro.
Según el Ministerio de Salud, este año ya se registraron 444 casos confirmados de intoxicación por monóxido de carbono en Argentina. Es un 75% más que el promedio de los últimos cinco años. El riesgo crece, y todavía falta mucho frío.
Lo que pasó en Villa Devoto puede pasar en cualquier barrio. El monóxido de carbono no hace ruido, no da aviso. Pero si sabés cómo prevenirlo, no tiene por qué tocar tu puerta.