

Lo que pasó en Villa General Belgrano te va a dejar pensando. Una historia que empieza como una simple búsqueda de una mascota perdida, terminó revelando algo mucho más profundo: el rol invisible, pero esencial, de un sostén emocional en la vida de una niña que necesita sentirse segura cada día.
Todo comenzó el jueves 26 de junio, cuando Harry, un perrito Jack Russell de 9 años, se escapó de su casa. Su familia —especialmente una nena de 9 años con epilepsia— salió a buscarlo por el barrio cerrado Los Molles, en plena Córdoba, con frío y a la desesperada. Esa noche no hubo noticias.
Pero al día siguiente lo encontraron. No como esperaban.
Harry estaba muerto. Tirado frente a su casa, con un disparo en el corazón.
La dueña del perro, Marta Valdivieso, contó lo que vivió en un post de Instagram que se viralizó. Para muchos, Harry era una mascota. Pero para su hija menor, era mucho más: era su compañero, su calma, su ayuda diaria contra los miedos que le genera la epilepsia. Dormían juntos. La despedía todas las mañanas antes del cole. Le daba esa contención que ningún medicamento puede reemplazar.
Ese vínculo es lo que se conoce como sostén emocional. Y no es algo menor.
Según denunció la familia, el autor del disparo fue un vecino del mismo barrio. No solo reconoció haberlo hecho (“Yo lo bajé”, habría dicho), sino que además los amenazó con un arma de fuego cuando lo enfrentaron. El miedo se instaló de inmediato en la casa.
Desde ese día, los cinco duermen todos juntos en la misma habitación. Tienen miedo de jugar en el patio. De salir en bici. De que pase algo peor.
La denuncia ya está en manos de la Justicia, bajo la intervención del juez Carvallo del Tribunal de Río Tercero. El acusado fue imputado por matar al perro y por amenazas con arma de fuego. Pero la familia asegura que no se revisaron otras armas, ni vehículos, ni pertenencias del sospechoso.
Mientras tanto, el dolor sigue.
Este caso dejó algo claro: un sostén emocional, como lo era Harry, no es un lujo ni un capricho. Es una parte vital en la vida de muchas personas, especialmente de niñas o niños con condiciones como la epilepsia. Su ausencia duele. Y no se reemplaza fácilmente.
“Para vos fue un perro. Para nosotros, no”, escribió Marta. Y no hace falta decir mucho más.