viernes 11 de julio de 2025 - Edición Nº5218

Policiales | 10 Jul

Inseguridad creciente

Robos sin freno en clubes barriales: cuando ni el inodoro se salva

La inseguridad golpea a los clubes de barrio en La Plata y otras ciudades del país. Vandalismo, robos y falta de respuesta estatal ponen en jaque su rol social. Vecinos exigen mayor presencia policial y políticas concretas para proteger estos espacios clave en la comunidad.


En la madrugada del martes, un nuevo hecho de inseguridad sacudió a la localidad platense de Melchor Romero: delincuentes ingresaron al Club Sporting, destrozaron las instalaciones y, de manera insólita y simbólica, se llevaron incluso el inodoro del baño. El episodio no solo refleja el nivel de desprotección que sufren los clubes barriales, sino también el abandono institucional frente a una problemática que crece sin freno.

Ubicado en las calles 161 y 514, el Club Sporting es un espacio comunitario gestionado por vecinos del barrio, donde se desarrollan actividades deportivas y sociales para niños y niñas. Lo que debería ser un lugar seguro y de contención, hoy está atravesado por el miedo, la frustración y la incertidumbre.

Los dirigentes llegaron a primera hora del día y encontraron el alambrado perimetral destruido, el baño vandalizado y la ausencia del inodoro. La indignación no tardó en llegar, tanto dentro de la comunidad como en redes sociales, donde el hecho fue rápidamente viralizado. La imagen de un club saqueado hasta en sus servicios más básicos genera un impacto que va más allá de lo anecdótico: es una muestra de cómo la inseguridad puede vaciar, literalmente, el corazón de los barrios.

No se trata de un caso aislado. Meses atrás, el Club Juan XXIII de Rosario también sufrió un robo devastador. Entre los elementos sustraídos se encontraba una bomba de agua, de gran tamaño y peso, además de pelotas, conos y reflectores. Este tipo de delitos afectan directamente a la operatividad de las instituciones, que muchas veces deben reorganizar sus actividades o cargar sobre las espaldas de las familias la tarea de cubrir necesidades mínimas, como llevar agua para entrenar.

Ambos casos revelan una constante: la fragilidad de los clubes frente al avance del delito. Las comisiones directivas denuncian que ya no se trata de hechos esporádicos, sino de ataques sistemáticos que se repiten sin consecuencias judiciales visibles. Desde Sporting reclaman presencia policial, patrullajes preventivos y políticas de seguridad orientadas a proteger espacios comunitarios.

Además del daño físico y económico, estos robos tienen un costo simbólico: minan el trabajo voluntario, desmotivan a los vecinos e impiden que chicos y chicas accedan a una vida deportiva y saludable. Como señaló una referente del club platense: “Nos duele tener que dar prioridad a la seguridad antes que a mejorar las instalaciones o sumar materiales para los chicos”.

En este contexto, la inseguridad deja de ser solo una estadística para convertirse en un obstáculo concreto al desarrollo comunitario. Mientras los clubes esperan respuestas, los delincuentes siguen encontrando terreno fértil para actuar con impunidad. ¿Qué mensaje se envía cuando robar un inodoro o una bomba de agua en un club infantil no tiene consecuencias?

La falta de detenidos, de avances judiciales y de políticas sostenidas abre una pregunta incómoda para las autoridades: ¿qué lugar ocupan los clubes de barrio en la agenda pública? En zonas donde el Estado se retira, estos espacios funcionan como verdaderos bastiones de contención. Si ellos caen, lo que se pierde no es solo infraestructura: se erosiona el tejido social de toda una comunidad.

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