

Por: Jonatan Anaquin
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que cualquier héroe con mallas ajustadas y cara de póster se convertía en un imán de espectadores. Pero como todo romance tóxico, el público empezó a cansarse. Marvel Studios, que solía sacar hits como si fueran figuritas del kiosco, se llevó un par de sopapos con Thunderbolts y el nuevo Capitán América, que básicamente vendieron entradas solo a los parientes del elenco.
En la otra esquina, Warner sigue recogiendo los pedazos del desastre que fue Flash, esa película que costó más que la deuda externa y que recaudó menos que un puesto de panchos un lunes a la mañana. Con el mercado medio asqueado de crossovers, universos compartidos y cameos reciclados, llegó la hora de un combo que suena a último recurso: Superman y Los 4 Fantásticos se calzan otra vez el traje, pero con la promesa de ser “nuevos”, “frescos” y, sobre todo, taquilleros.
En el caso de Superman, la historia es casi un loop eterno. Primero fue Christopher Reeve, que en 1978 hizo que medio mundo creyera que un tipo podía volar. Después vinieron secuelas cada vez más tristes, hasta que en 2006 alguien pensó que era buena idea revivirlo con Superman regresa, esa película que solo entendieron dos críticos y la madre del director. Ni hablar del ciclo de Zack Snyder, que convirtió a Clark Kent en un saco de músculos con cero empatía y muchas ganas de romper ciudades.
Ahora, la esperanza kryptoniana se llama James Gunn, un tipo que viene de hacer que la gente llore con un mapache parlante. Gunn promete un Superman más humano, buenazo y cero cínico, algo que parece contradecir el tono grimdark que Warner se venía fumando. Según el propio Gunn, este Clark Kent va a ser el reflejo de “la bondad humana”, aunque probablemente haya quien lo tilde de blandito. Igual, si sale bien, puede ser la chispa que encienda el nuevo universo DC, con Linterna Verde, Supergirl y hasta un Batman que todavía está en el Excel de preproducción.
Por el lado de Marvel, la estrategia suena a mejor tarde que nunca. Después de décadas de versiones mediocres, finalmente le pusieron fichas a Los 4 Fantásticos, un cuarteto que en los cómics fue sinónimo de época dorada, pero en el cine parecía condenado a la maldición de las malas adaptaciones. Entre la versión barata que nunca salió oficialmente y los intentos de FOX que daban vergüenza ajena, era lógico que Marvel quisiera su propio reboot con Pedro Pascal (el actor que sale hasta en la sopa), Vanessa Kirby, Joseph Quinn y Ebon Moss-Bachrach.
La idea es clara: Los 4 Fantásticos: primeros pasos quiere ser la puerta grande a una nueva saga, que al mismo tiempo no agobie al espectador con mil referencias cruzadas a otras películas que todavía ni existen. Aunque ojo, ya tienen reservado su lugarcito en Avengers: Doomsday, esa película que promete el regreso de Robert Downey Jr. como villano, porque si vas a hacer fanservice, hacelo sin culpa.
El calendario no miente: en 15 días de diferencia se estrenan las dos apuestas más importantes del año para los universos Marvel y DC. Dos cartas jugadas con la urgencia de quien sabe que el público se está aburriendo. En el fondo, ambas productoras quieren responder la misma pregunta: ¿todavía te importa un carajo ver a un superhéroe salvar el mundo?
Porque después de tanta franquicia clonada, tanto cameo que no aporta nada, y tanto final abierto que depende de la taquilla, quizás lo que hace falta no sea un reinicio de personajes, sino un reinicio de ideas. Y si Superman y Los 4 Fantásticos fracasan otra vez, tal vez sea la señal de que la era dorada de las capas y las mallas ya pasó. Y que, como en toda relación, hay que saber cuándo decir basta.