miércoles 16 de julio de 2025 - Edición Nº5223

Información General | 15 Jul

El gigante de Alton

Robert Wadlow, el hombre más alto del mundo con 2,72 metros, vivió una vida marcada por el dolor físico, la soledad y la fama no deseada. Su historia refleja los límites del cuerpo humano, el peso de la diferencia y la dignidad frente a la adversidad.


El gigante de Alton fue mucho más que una cifra extraordinaria en los libros de récords. Robert Wadlow, quien alcanzó los 2,72 metros de altura antes de fallecer a los 22 años, fue un joven que intentó vivir con dignidad a pesar de las limitaciones impuestas por una enfermedad que transformó su cuerpo y su destino. Nacido el 22 de febrero de 1918 en Alton, Illinois, Wadlow parecía un bebé común, pero a los cinco años ya tenía el tamaño de un adolescente. Su crecimiento desmedido fue provocado por una hiperplasia en la glándula pituitaria, que generaba un exceso de hormona del crecimiento.

A los 17 años ya medía más de 2,50 metros y su vida diaria requería adaptaciones constantes: zapatos especiales tamaño 39AA, un pupitre reforzado, camas hechas a medida que aún le quedaban chicas. Su cuerpo necesitaba 5.000 calorías diarias y diez litros de leche, pero el alimento no era placer: era mantenimiento. Cada paso le resultaba doloroso. La debilidad de sus piernas lo obligaba a usar bastones y aparatos ortopédicos, que con el tiempo generaron heridas difíciles de curar.

Cuando cumplió los 18 años, recibió una propuesta del circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey para convertirse en atracción. La crisis económica empujó a su familia a aceptar. Robert accedió con resignación: “Si esto ayuda a la familia, entonces me parece bien”, dijo a su padre. Durante las giras, era presentado como “El coloso de Alton”, pero detrás de la sonrisa para las cámaras había un joven que deseaba anonimato y normalidad. “Nunca quise ser distinto”, confesó a la prensa.

La fama le trajo visibilidad, pero no felicidad. En sus ratos libres, construía maquetas y soñaba con viajar, aunque sabía que “nunca encontraría una cama que se ajuste a su tamaño”. El cuerpo, que lo convirtió en figura pública, fue también su mayor prisión. En el verano de 1940, una herida causada por la fricción de su aparato ortopédico se infectó. La infección avanzó rápidamente, y ni la penicilina ni la morfina pudieron detenerla.

Robert Wadlow murió el 15 de julio de 1940, a las 1:30 de la madrugada, en un hotel de Michigan. Tenía apenas 22 años. Su ataúd midió 3,28 metros y pesó 450 kilos. Fue llevado por doce hombres y enterrado en Alton, bajo una lápida sencilla que reza: “El Hombre Más Alto del Mundo”.

Cada año, en su ciudad natal, se lo recuerda con flores, estatuas y un acto discreto. Wadlow es hoy símbolo de resistencia, un recordatorio de cómo la fama y el dolor pueden habitar el mismo cuerpo. Una anciana que lo vio de niña resumió su recuerdo en una frase: “Nunca olvidaré la tristeza de sus ojos”.

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