

Esa es la pregunta que se hicieron investigadores de la Universidad de Ginebra, y los resultados sorprendieron a más de uno. Si tenés una mascota o estás pensando en adoptar, seguí leyendo: este estudio podría cambiar la forma en que ves a tu compañero peludo.
Un equipo de expertos suizos estudió durante 18 años a personas mayores de 50 años para entender cómo influye tener una mascota en el envejecimiento del cerebro. Lo que encontraron fue claro: tener un perro o un gato puede ayudarte a frenar el deterioro cognitivo, pero de maneras distintas según el animal.
Las personas que viven con perros demostraron una memoria más fuerte con el paso del tiempo. Recordaban mejor cosas simples del día a día y también información que habían aprendido hace poco. ¿Por qué pasa esto? Los investigadores creen que tiene que ver con la rutina diaria: sacarlo a pasear, estar atentos a sus necesidades, hablarle, jugar… Todo eso mantiene las funciones cerebrales activas, como la atención, la planificación y la memoria.
En el caso de los gatos, el beneficio apareció en la fluidez verbal. Los dueños de gatos mostraron una mejor capacidad para expresarse, encontrar palabras y comunicarse con claridad. Vivir con un felino, con su carácter independiente y sus cambios de humor, parece activar zonas del cerebro vinculadas al lenguaje y la toma de decisiones.
El estudio también comparó con otras especies, como aves y peces. ¿El resultado? No hubo mejoras significativas en las funciones cerebrales. Estas mascotas, aunque brindan compañía, no generan el mismo nivel de interacción física, social y emocional que un perro o un gato.
Otros trabajos ya habían mostrado que interactuar con un perro activa la corteza prefrontal, la parte del cerebro que usamos para decidir, planificar y enfocarnos. Y con los gatos, se estimulan zonas ligadas a la flexibilidad cognitiva, útil para adaptarnos a situaciones nuevas o resolver problemas.
Además, tener un perro suele fomentar la vida social: salís a la calle, hablás con otras personas en la plaza o el parque. Esto también ayuda a mantener la mente despierta. En cambio, los gatos ofrecen una presencia constante y calmada, ideal para quienes viven solos.
Estos hallazgos pueden servir para pensar en nuevas estrategias de salud pública. Adoptar una mascota, con responsabilidad, podría ser una forma natural y accesible de cuidar la mente en la vejez. Más allá del cariño, tener un perro o un gato puede convertirse en una herramienta concreta para conservar nuestras funciones cerebrales con el paso de los años.