sábado 2 de agosto de 2025 - Edición Nº5240

Información General | 29 Jul

A 25 años

El día que se apagó el corazón más noble de la medicina argentina

Ética, medicina, corrupción e indiferencia: las claves detrás de la muerte del creador del bypass coronario. René Favaloro dejó siete cartas antes de quitarse la vida el 29 de julio de 2000. A un cuarto de siglo, su legado aún interpela a la sociedad argentina


El 29 de julio del año 2000, el prestigioso médico argentino René Favaloro puso fin a su vida con un disparo al corazón. La noticia sacudió al país entero. No se trataba solo de una tragedia personal, sino de un grito desesperado frente a la indiferencia del Estado, la corrupción del sistema de salud y el abandono institucional. A 25 años de aquel día, su muerte sigue resonando como un símbolo del precio que se paga por ser íntegro en un contexto adverso.

A sus 77 años, Favaloro seguía activo: operaba, enseñaba y dirigía con compromiso absoluto la Fundación Favaloro, creada en 1992 como el gran sueño de su vida. Inspirado por su experiencia en la Cleveland Clinic —donde en 1967 realizó el primer bypass aortocoronario con vena safena—, regresó a la Argentina con la intención de construir un centro de excelencia médica. Pero el idealismo con el que volvió se topó con un sistema “caótico, injusto y deshumanizado”, como él mismo definía.

Pese a sus logros, la Fundación acumulaba deudas millonarias. El Estado y diversas obras sociales le debían más de 18 millones de pesos, una cifra asfixiante que amenazaba con cerrar la institución. Favaloro escribió cartas, pidió audiencias, rogó por ayuda. No obtuvo respuestas. IOMA, PAMI, y otros entes oficiales demoraban pagos por prestaciones ya realizadas. El gobierno de entonces, encabezado por Fernando de la Rúa, reconoció la deuda pero delegó responsabilidades a gestiones anteriores. El médico se sentía como “un mendigo en su propio país”.

El sábado 29 de julio, Favaloro llegó temprano a la Fundación. Trabajó con normalidad, revisando estudios y escribiendo notas médicas. Al mediodía, volvió a su departamento en Palermo. Almorzó con su pareja, Diana Truden, y luego se quedó solo. Se bañó, se puso el pijama, colocó siete cartas manuscritas sobre la mesa y se dirigió al baño, donde se quitó la vida. Lo hizo con precisión quirúrgica, dejando todo en orden. Una vecina escuchó el disparo a las 16:30; a las 17:15, Diana regresó y encontró el cuerpo.

Las cartas que dejó no fueron meras despedidas. Fueron testamentos éticos, denuncias firmes, lúcidos y desgarradores. En una de ellas escribió:

Es indudable que ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar”.

A su pareja le expresó su amor y le pidió que no sufriera. A las autoridades, les dejó su mayor reproche:

Estoy cansado de luchar y luchar. Remando contra la corriente en un país que está corrompido hasta el tuétano”.

Pidió que no se realizaran ceremonias religiosas ni civiles. No quería homenajes vacíos. Quería soluciones.

Hoy, a 25 años de su muerte, la figura de René Favaloro no solo representa la cima de la cirugía cardiovascular, sino también la ética en su máxima expresión. Su final no puede leerse sin considerar el contexto que lo empujó al límite: un sistema que castiga la honestidad y margina a quienes piensan la medicina como un servicio humano, y no como un negocio.

Favaloro no murió por problemas personales, sino por un país que le dio la espalda cuando más lo necesitaba. Su legado sigue vivo, pero su ausencia todavía interpela.

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