

¿Y si te dijera que hay una forma simple, sin pantallas ni tecnología, de ayudar a que tu hijo duerma mejor, fortalezca el vínculo con vos y despierte su imaginación? Aunque suene a algo de otra época, el cuento de las buenas noches todavía guarda un poder enorme. En esta nota te cuento por qué narrar historias antes de dormir no solo calma, sino que deja huella.
Entre el caos del día y el silencio de la noche, hay un momento especial: ese en el que un adulto se sienta al borde de la cama y empieza a contar. No hace falta leer perfecto, ni tener mil libros. Solo estar ahí y compartir. Y aunque parezca algo simple, lo que pasa en ese ratito es muy profundo.
Cuando le contás un cuento a un nene antes de dormir, estás haciendo tres cosas al mismo tiempo: lo ayudás a relajarse, estimulás su cerebro y le transmitís seguridad. Sí, todo eso con una sola historia.
La voz humana, cuando es suave y pausada, baja el estrés. Disminuye el cortisol, la hormona que nos mantiene alerta, y ayuda al cuerpo a liberar melatonina, que es la que prepara al cerebro para dormir. Eso no pasa con las pantallas: la luz azul de un celular o una tablet bloquea esa melatonina, y encima deja al cerebro encendido, justo cuando debería apagarse.
Entonces, si te preguntás cómo hacer para que tu hijo duerma mejor, la respuesta puede estar en volver a algo tan simple como el ritual del cuento de las buenas noches.
A veces creemos que hay que leer perfecto, tener muchos libros o ser creativos todo el tiempo. Nada de eso. Lo más importante es la presencia. El nene no recuerda si leíste sin equivocarte, recuerda que estuviste ahí. Que tu voz le contó algo, que se rió, que se durmió tranquilo.
Muchos adultos recuerdan con cariño cómo mamá o papá les leían una historia, o cómo inventaban finales. Esos recuerdos son anclas emocionales, y más adelante en la vida, se transforman en hábitos de lectura, de escucha y de conexión.
Elegí juntos el cuento: que el nene elija le da poder e interés.
Usá la voz como una herramienta: cambiá el tono, susurrá, hacé pausas.
Evitá pantallas al menos 30 minutos antes de dormir.
Hacelo todos los días: la repetición crea un ritual que da seguridad.
Inventá si hace falta: podés cambiar finales, sumar personajes o contar algo que te pasó.
Volver al cuento de las buenas noches es volver a lo que importa. Una historia, una voz y un abrazo. Nada más. Y nada menos.