

La madrugada del martes 22 de julio fue una pesadilla para la familia Raimundi-Scheffer en el partido bonaerense de Punta Indio. Su bebé, Martín, nació de manera repentina en su hogar en un parto en cascada —un tipo de parto que ocurre súbitamente, sin tiempo para derivación médica—. Sin embargo, el drama no terminó con la emergencia: recién comenzaba un calvario institucional, sanitario y judicial que, a casi diez días, sigue sin respuestas claras.
Según relató Pablo Raimundi, padre del bebé, ante la inesperada situación llamaron por videollamada a un obstetra y luego al sistema de emergencias. La ambulancia tardó más de veinte minutos en llegar al domicilio. Para entonces, el recién nacido tenía una respiración casi nula. El doctor Hernán Encina, encargado de la Unidad Sanitaria local, fue quien asistió primero, verificó signos vitales y decidió el traslado urgente al hospital.
Una vez allí, el equipo —compuesto por una partera, una anestesista y enfermeras— cortó el cordón umbilical y trasladó al bebé a una sala separada. Cuarenta y cinco minutos después, a las 7:35, informaron el fallecimiento. “Hasta ese momento, dentro del dolor, todo parecía desarrollarse dentro de los parámetros de una situación crítica”, señaló Raimundi.
La falta de estos profesionales redujo drásticamente las posibilidades de sobrevida del bebé, algo que se habría podido evitar con una guardia médica completa, como corresponde por ley.
Pero el desenlace más indignante llegó horas después. Mientras la familia intentaba tramitar el traslado del cuerpo a La Plata, comenzaron a enfrentarse a una serie de obstáculos administrativos. Las autoridades del hospital indicaron que no podían emitir el certificado de defunción porque no estaba acreditado el nacimiento.
“Rozaban la falta de respeto”, dijo Raimundi. En ese contexto, se judicializó el caso y el cuerpo fue sometido a una autopsia. El fiscal interviniente, de la Unidad Fiscal N.º 16, emitió oficios que contenían datos falsos, como el lugar del fallecimiento, y evitó especificar el lugar de inhumación. El bebé fue enterrado sin documentación en regla, “de manera ilegal”, según expresó el padre.
Además, los certificados de defunción fueron contradictorios: en uno se consigna que el bebé nació en la unidad sanitaria —donde nunca estuvo—, en otro, que lo hizo en el hospital. “Hay un claro encubrimiento. Están falsificando documentos públicos para desligar responsabilidades”, denunció el padre.
El propio intendente intercedió en las gestiones, y según relata Raimundi, se mantuvo en el hospital durante horas, incluso participando de reuniones con personal médico y judicial, en las que se discutía la certificación del fallecimiento.
Aún con el dolor latente, la familia decidió hacer público el caso. “Hoy mi hijo está de ilegal en el cementerio. No quiero que esto le pase a otra familia”, denunció Raimundi. El abogado de la familia ya presentó las rectificaciones necesarias ante la fiscalía, y el caso continúa abierto.
Desde distintos sectores de la comunidad ya se alzaron voces exigiendo una investigación seria, sanciones para los responsables médicos, administrativos y políticos, y la revisión completa del sistema de guardias del hospital de Punta Indio.
El dolor de una familia destrozada se mezcla con una verdad incómoda: la muerte de Martín no fue una tragedia inevitable, sino una consecuencia directa de la desidia estatal.