domingo 3 de agosto de 2025 - Edición Nº5241

Política | 1 Aug

Sabiduría ancestral y conciencia ambiental

El ritual sagrado del 1° de agosto

Cada 1 de agosto se celebra el Día de la Pachamama, una ceremonia ancestral andina que honra a la Madre Tierra con rituales como la corpachada y la tradicional caña con ruda. Desde las comunidades originarias del altiplano hasta las ciudades argentinas, esta fecha convoca a reconectar con la naturaleza y agradecerle por los frutos recibidos.


El Día de la Pachamama, celebrado cada 1 de agosto en diversas regiones de América del Sur, constituye la jornada más significativa dentro de la cosmovisión andina. Esta tradición ancestral tiene como propósito honrar a la Madre Tierra, conocida en lengua quechua como Pachamama, que significa literalmente “Madre del mundo” o “Madre Tierra”.

La ceremonia —originaria de comunidades quechuas y aimaras en países como Argentina, Bolivia, Perú, Chile y Ecuador— consiste en agradecer, pedir y devolver a la Tierra parte de lo que ella brinda. Se expresa mediante ofrendas simbólicas, sahumos, rezos y el acto central: cavar un pozo en la tierra para depositar alimentos, bebidas, tabaco, hojas secas y otros elementos cargados de energía espiritual.

Este pozo representa la boca de la Pachamama, y alimentarla es tanto un acto espiritual como ecológico: se reconoce a la naturaleza como un ser vivo, consciente y generoso, y se busca restablecer el equilibrio en la relación entre humanos y planeta.

Uno de los rituales más difundidos en esta fecha es la ingesta de caña con ruda, una bebida originaria de los pueblos guaraníes, especialmente arraigada en Misiones y Corrientes. Se prepara con ruda macho macerada en aguardiente o caña blanca y se bebe en ayunas para alejar los males, atraer salud y renovar la energía. Este gesto, simple pero profundo, sintetiza la unión entre cuerpo, tierra y espíritu.

La ceremonia de la corpachada, como se la conoce, no se limita al ámbito rural ni a las comunidades indígenas. En las últimas décadas, ha ganado presencia en centros urbanos, plazas públicas y hogares de todo el país, resignificada como una forma de reconectar con la espiritualidad ancestral y tomar conciencia del impacto humano en el ambiente.

En este sentido, el mensaje de la Pachamama resuena con especial fuerza en el contexto de la actual crisis climática, donde incendios, sequías y la sobreexplotación de los recursos naturales evidencian que el equilibrio planetario está roto. Las Naciones Unidas alertan con cifras lo que la sabiduría ancestral ya decía: no se puede tomar de la Tierra sin devolver.

En el norte argentino, comunidades como la kolla de Jujuy mantienen viva esta herencia milenaria. Según Horacio Delfín Galán, guía del Pucará de Tilcara, la Pachamama está presente desde el nacimiento hasta la muerte, y su figura se inscribe en los tres planos del universo andino: el Kaypacha (presente), el Ukupacha (pasado) y el Jananpacha (futuro).

Más allá de la ceremonia, la ofrenda es un acto de reciprocidad, donde se deposita no solo alimento o bebida, sino intención, respeto y gratitud. Es una forma de decirle a la Tierra: “Gracias por lo recibido. Aquí va mi parte”.

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