

Cada primer viernes de agosto, el mundo celebra el Día Internacional de la Cerveza, una fecha que nació en 2007 en un bar de California y se convirtió en una jornada global para homenajear no solo al producto final, sino también al conocimiento técnico y la creatividad detrás de cada receta.
Lejos de ser una simple bebida, la cerveza es el resultado de un proceso que requiere conocimiento profundo, sensibilidad artística y pasión por los detalles. Desde la selección de ingredientes hasta la fermentación, los maestros cerveceros trabajan con una mezcla de ciencia y experiencia para lograr resultados únicos.
Tomás Ávalos, brewmaster premiado en la Copa Argentina de Cervezas, explicó que la creación de una receta comienza visualizando el producto ideal: “Pensamos en su carácter, en la armonía entre granos, agua, levadura y lúpulo, y desde ahí diseñamos el proceso”.
Por su parte, Ricardo Aftyka, de Juguetes Perdidos, remarcó la importancia de respetar los parámetros del estilo elegido. “Cada estilo tiene una historia y unos valores definidos, desde el color hasta el nivel de carbonatación o aroma”, señaló. Sin embargo, incluso dentro de esas reglas, hay margen para la originalidad. “Agregamos ingredientes como pepino o enebro a una gose, inspirados en el gin tonic”, reveló.
En la misma línea, Cristian Meter, cervecero de Guira, y el ingeniero químico Matías Hallu, destacaron que el aprendizaje cervecero requiere autocrítica, análisis de materias primas y comprensión profunda del perfil sensorial. El uso de maltas frescas, lúpulos recientes y un buen manejo del agua son claves que definen la calidad final.
Uno de los errores más comunes, según Aftyka, es enamorarse de un solo ingrediente y perder de vista la armonía global de la receta. El agua, que representa el 92% de la cerveza, es muchas veces ignorada, pese a que su composición puede afectar profundamente al sabor.
Diseñar una buena cerveza puede llevar minutos, semanas o meses, según la experiencia del cervecero, el estilo elegido y los ajustes necesarios tras las primeras cocciones. Pero en todos los casos, coinciden los expertos, se trata de una tarea que demanda no solo saber técnico, sino también pasión, constancia y creatividad.