

Un grupo de científicos del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga estudió durante tres meses a personas con obesidad que siguieron distintos planes alimentarios. El objetivo: ver cómo respondía el cuerpo, pero sobre todo, cómo reaccionaba el cerebro. El grupo que hizo ayuno intermitente —comiendo un día sí y otro casi nada— no solo bajó de peso, sino que mostró una mejora en su función cognitiva.
Hasta ahí, parece todo ganancia. Pero, ¿es realmente así?
El estudio comparó tres dietas: mediterránea, cetogénica y ayuno intermitente en días alternos (ADA). En total, participaron 96 personas. Después de 12 semanas, todos habían bajado unos kilos, pero el grupo del ayuno fue el que más mejoró en memoria, atención y velocidad mental.
También se les analizó la microbiota intestinal (los bichitos buenos del intestino) y se vio que el ayuno la modificó de forma positiva. Cambió la inflamación en el cuerpo, lo que parece impactar en el cerebro. En otras palabras, lo que pasa en tu panza afecta cómo pensás.
Incluso probaron pasar esa microbiota a ratones, y estos también mostraron mejores señales cerebrales. Parece que el intestino manda señales químicas al sistema nervioso central.
Expertas como Mónica Katz y Marianela Aguirre Ackermann coincidieron en que los resultados son prometedores, pero preliminares. El estudio fue corto, con poca gente, y no alcanza para sacar conclusiones fuertes.
Además, avisan que el ayuno intermitente no le sirve a todo el mundo. Muchas personas terminan comiendo todo en la noche y eso puede desordenar más que ayudar. “Los planes extremos no son sostenibles”, aclara Aguirre Ackermann.
Katz también lo pone en contexto: los tres grupos bajaron de peso, así que quizás lo más importante no es el “cómo” sino la constancia. Comer en horarios regulares, según tu cultura y rutina, puede ser igual o más efectivo.
Lo más interesante es cómo el estudio suma evidencia al vínculo entre intestino, inflamación y función cognitiva. Muestra que no todas las dietas son iguales para el cerebro, aunque den el mismo resultado en la balanza.
Pero no es una receta mágica. Los propios autores aclaran que falta mucho para dar recomendaciones personalizadas basadas en la microbiota. La ciencia va camino a la medicina de precisión, donde cada uno tenga un plan hecho a medida.
Si estás pensando en cambiar tu alimentación para mejorar tu salud o tu mente, lo ideal es que te asesores. El impacto positivo del ayuno intermitente sobre el cerebro existe, pero todavía se está investigando.
Por ahora, la clave parece ser una sola: elegir un estilo de alimentación que puedas sostener en el tiempo. Y que se adapte a vos, no al revés.