

¿Sabías que podés estar haciendo todos los ejercicios de fuerza correctos, levantando más peso que nunca… y aun así no ver los resultados que esperás? La respuesta puede no estar en el gimnasio, sino en lo que ponés en el plato. Si querés optimizar el rendimiento y mejorar la efectividad de tu entrenamiento, hay ciertos alimentos recomendados que no pueden faltar. Y no, no es cuestión de seguir dietas de moda: es darle a tus músculos lo que realmente necesitan para crecer y recuperarse.
Un plan de alimentación bien pensado no solo te da energía para cada serie y repetición, también acelera la recuperación y cuida tu salud a largo plazo. La Clínica Mayo y otras instituciones coinciden: no se trata de comer menos, sino de comer mejor.
Son una fuente clave de proteínas de alta calidad, esenciales para reparar y construir músculo. Según los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH), también aportan vitamina B12, hierro y zinc, nutrientes que ayudan al metabolismo, a formar glóbulos rojos y a mantener el sistema nervioso.
Opciones recomendadas: pechuga de pollo sin piel, pescado, pavo, lomo de cerdo, solomillo de res, claras de huevo y lácteos bajos en grasa.
La Clínica Cleveland y la FAO resaltan su perfil nutricional: fibra que da saciedad, estabiliza el azúcar en sangre y mejora la resistencia a la insulina. Son ideales para quienes entrenan fuerza y quieren controlar el peso sin perder energía.
Opciones: lentejas, garbanzos, porotos negros o rojos, guisantes y edamame.
Espinaca, col rizada, acelga y lechuga no solo aportan vitaminas y minerales: estudios de la Universidad Edith Cowan publicados en el Journal of Nutrition muestran que mejoran la función muscular, sobre todo en piernas. Además, ayudan a prevenir enfermedades crónicas. Se pueden comer crudas, cocidas o salteadas.
Fuente de potasio, vitamina A, fibra y algunas vitaminas B. La Clínica Cleveland destaca su rol en la función muscular y en la salud general. Podés sumarlas asadas, al vapor, en puré o horneadas.
La clave está en combinar estos alimentos a lo largo del día, antes y después de tus entrenamientos. Un ejemplo: almuerzo con pechuga de pollo y batata asada, cena con ensalada de espinaca y lentejas. No hace falta complicarse: cuanto más natural y variada sea tu alimentación, más fácil será mantenerla.
En resumen: si querés que tu esfuerzo en el gimnasio rinda al máximo, no descuides lo que pasa en tu cocina. Los músculos se construyen levantando peso… pero también con cada bocado.