

Por: Jonatan Anaquin
En Hollywood, los relevos generacionales suelen venderse como inevitables, pero cuando hablamos de Rambo, la palabra “reemplazo” es casi un sacrilegio. Durante más de cuatro décadas, Sylvester Stallone moldeó a John Rambo como un tótem del cine de acción ochentoso: músculo, trauma, pólvora y una mirada que ya lo decía todo antes de disparar. Sin embargo, tras el fracaso crítico y comercial de Rambo: Last Blood (2019) —premiada irónicamente con dos Razzies—, el propio Stallone decidió bajar la persiana. O al menos, dejar que otros jueguen con su cuchillo.
La jugada es clara: una precuela titulada John Rambo que nos lleve a sus años de juventud, antes de que la guerra de Vietnam y el desprecio de su país lo transformaran en un lobo solitario. El encargado de firmar esta reinvención será el finlandés Jalmari Helander, director de Sisu, una especie de Rambo europeo ambientado en la Segunda Guerra Mundial, con un protagonista que destila violencia creativa contra nazis. Con un 94% de aprobación en Rotten Tomatoes, Helander no parece el eslabón débil del proyecto.
El verdadero debate se abre con la elección de Noah Centineo como el joven Rambo. Centineo, que saltó a la fama como galán adolescente en A todos los chicos de los que me enamoré, tiene en su currículum papeles de acción (The Recruit, Black Adam), pero su imagen pública sigue atada al romance ligero y la sonrisa encantadora. ¿Puede alguien que el público asocia a cartas de amor y enredos adolescentes encarnar a un hombre endurecido por la jungla y el horror de la guerra? Es como pedirle a un golden retriever que ladre como un doberman. Tal vez pueda, pero el escepticismo es comprensible.
El guion, a cargo de Rory Haines y Sohrab Noshirvani (Black Adam), despierta más dudas que certezas. Si algo necesita un Rambo joven es una narrativa sólida que entienda la raíz del personaje: un veterano con cicatrices físicas y psicológicas, víctima tanto de la guerra como del rechazo social. Convertir eso en un simple despliegue de explosiones sería reducir a Rambo a una parodia de sí mismo.
La historia oficial del personaje, según la novela original y las películas, ofrece material de sobra: infancia en Bowie, Arizona; ascendencia india-alemana; alistamiento a los 19 años; las Fuerzas Especiales en Fort Bragg; las misiones en Vietnam; la captura y el escape de un campo de prisioneros. Todo eso, si se maneja con rigor y tensión dramática, podría dar lugar a un relato bélico potente. Pero si se opta por suavizarlo para un público acostumbrado al Centineo romántico, el resultado podría ser un híbrido que no satisfaga a nadie.
En términos industriales, John Rambo es una apuesta que combina riesgo y nostalgia. Por un lado, hay un director capaz de orquestar acción brutal y visualmente impactante. Por otro, un protagonista que deberá convencer a un público que no lo pidió. La pregunta es si este reboot será capaz de capturar el espíritu de un personaje que, incluso en sus peores películas, siempre tuvo algo de tragedia griega en medio de las balas.
Porque si algo queda claro es que Rambo no es solo un soldado. Es una herida abierta, un hombre fuera de su tiempo, atrapado entre el honor y la violencia. Stallone lo entendía porque lo vivía: Rambo era él, con sus músculos y sus sombras. Ahora, el cuchillo cambia de mano. Y Noah Centineo tendrá que demostrar si puede blandirlo sin que se le resbale.
Las cinco películas con John Rambo cosecharon, en total, unos 819 millones de dólares en todo el mundo.