

Un reciente estudio publicado en el British Medical Journal analizó datos de más de 205.000 profesionales de la salud en Estados Unidos durante casi cuatro décadas, con el objetivo de evaluar la relación entre el consumo de papas y el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Los resultados fueron contundentes: ingerir papas fritas tres veces por semana incrementa el riesgo de diabetes tipo 2 en un 20%, y este aumento alcanza el 27% en quienes las consumen hasta cinco veces semanalmente. En contraste, las papas hervidas, horneadas o en puré no mostraron un incremento significativo en el riesgo, lo que resalta el papel determinante del método de cocción.
El estudio señala que la fritura en aceite, por su alta densidad calórica, contenido de grasas y sal, podría explicar la asociación observada. Estos factores favorecen el aumento de peso y alteraciones metabólicas. Además, se comprobó que sustituir papas fritas por cereales integrales como arroz integral, trigo bulgur o pasta integral reduce el riesgo de diabetes en un 19%. Sin embargo, reemplazarlas por arroz blanco aumenta el riesgo, desmintiendo la idea de que cualquier sustitución es beneficiosa.
Los especialistas subrayan que las papas no son, en sí mismas, perjudiciales. El alto contenido de almidón les otorga una elevada carga glucémica, pero su consumo moderado y con métodos de cocción bajos en grasa puede integrarse en una dieta equilibrada. Como explica el Dr. Kawther Hashem, la clave está en la preparación: las versiones hervidas, horneadas o en puré conservan fibra, vitamina C y potasio, mientras que la fritura las convierte en un alimento con calorías vacías y potenciales riesgos metabólicos.
Aunque la investigación es de carácter observacional —por lo que no demuestra una relación causa-efecto—, sus conclusiones aportan evidencia sólida para replantear hábitos alimenticios y priorizar preparaciones saludables para reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2.