

El 20 de agosto se celebra en distintas partes del mundo el Día de la Papa Frita, una jornada dedicada a homenajear uno de los acompañamientos más populares de la gastronomía global. Aunque su origen como fecha conmemorativa es incierto —no se sabe quién la instauró ni con qué fin—, la costumbre se extendió rápidamente y hoy representa una excusa perfecta para disfrutar de este plato tan simple como universal.
La historia de la papa frita está marcada por una polémica que divide a franceses y belgas. En Francia, la tradición ubica su nacimiento a fines del siglo XVIII, sobre el famoso Pont Neuf de París, donde vendedores ambulantes freían papas a la vista del público. Los belgas, en cambio, defienden con firmeza su paternidad y mantienen hasta hoy un método propio: cocinarlas en dos etapas, primero en aceite y luego en grasa, lo que les da un sabor y textura particular.
Más allá de las disputas históricas, lo cierto es que las papas fritas se convirtieron en un símbolo cultural y gastronómico, adaptándose a todos los gustos y costumbres. Ya sea acompañadas de milanesa, huevo frito o solas con sal, forman parte de la mesa cotidiana de millones de personas y ocupan un lugar especial en la cocina argentina, donde son consideradas un clásico insuperable.
Celebrar el Día de la Papa Frita es, en definitiva, una manera de reconocer cómo un plato sencillo puede trascender fronteras y generaciones, manteniéndose vigente en el tiempo como uno de los grandes favoritos de la comida popular
Son la guarnición favorita de multitudes, pero lograr que queden bien crocantes y doradas tiene sus secretos. Tomá nota de estos consejos para que te salgan de diez: