

El brote de fentanilo contaminado que golpeó a la ciudad de La Plata puso en evidencia no solo la fragilidad del sistema de control sanitario, sino también la falta de responsabilidad en la producción farmacéutica. Según el informe del Cuerpo Médico Forense, al menos ocho pacientes internados en el Hospital Italiano fallecieron con un “nexo concausal”: la infección bacteriana presente en las ampollas adulteradas agravó cuadros clínicos previos y aceleró la evolución hacia la muerte.
Los estudios del Instituto Malbrán confirmaron la presencia de las bacterias Ralstonia mannitolilytica y Klebsiella pneumoniae en los medicamentos distribuidos por HLB Pharma, laboratorio que ya estaba bajo la lupa por incumplimientos graves. La ANMAT constató la ausencia de registros obligatorios, controles de calidad incompletos, alteraciones en los sistemas electrónicos y la falta de trazabilidad de los lotes, hechos que comprometen directamente la seguridad de los pacientes.
Entre las víctimas se encuentran referentes académicos, pacientes jóvenes inmunocomprometidos y adultos mayores con múltiples comorbilidades. Casos como los de Néstor Gabriel Carri, Luis Eduardo Zabala, Celia Hernández, Ludmila Paz y Renato Nicolini reflejan cómo la adulteración del fentanilo fue decisiva en la aceleración de los desenlaces fatales. Aunque algunos pacientes presentaban enfermedades graves, la infección derivada del fármaco actuó como un factor determinante.
El caso llegó a la Justicia Federal, donde el juez Ernesto Kreplak procesó a Ariel García Furfaro, dueño de HLB Pharma, junto a su madre y su abuela, por contrabando agravado. La investigación reveló un entramado de negligencias y prácticas irregulares que hoy son señaladas como responsables de al menos 96 muertes en todo el país, de las cuales 15 ocurrieron en La Plata.
Mientras la causa judicial avanza, las familias de las víctimas sostienen el reclamo de justicia. Para ellas, los decesos eran evitables si se hubiesen aplicado controles estrictos. Las marchas frente al Hospital Italiano son una muestra de que el dolor personal se transformó en una lucha colectiva por verdad, memoria y justicia.