

Imaginá por un momento que un simple círculo amarillo pudiera cambiar la forma en que vemos los videojuegos para siempre… Esto es justo lo que hizo Pac-Man, el icónico juego que este año cumple 45 años y que todavía sigue atrapando jugadores de todas las edades alrededor del mundo. Pero, ¿cómo un juego tan simple logró convertirse en un símbolo de la cultura pop mundial y en un fenómeno del ocio global?
La historia de Pac-Man comenzó en Japón a fines de los años 70, cuando el joven diseñador Toru Iwatani buscaba inspiración mientras comía pizza. Al quitar una porción triangular, vio una boca abierta y pensó: “Esto puede ser un personaje de videojuego”. Así nació la idea de una “máquina devoradora” sencilla y simpática, capaz de atraer a cualquier persona sin importar edad o experiencia previa. Esa simplicidad sería clave para que el juego trascendiera generaciones.
En 1980, Pac-Man debutó con una mecánica directa: controlar a un círculo amarillo que recorre laberintos comiendo puntos y evitando a los fantasmas Blinky, Pinky, Inky y Clyde, cada uno con personalidad propia. La combinación de estrategia, reacción rápida y memorización de patrones convirtió al juego en un desafío adictivo. Además, su diseño amigable rompió con la tendencia bélica y masculina de los videojuegos de la época, abriendo un espacio más inclusivo para mujeres y familias.
Más allá del entretenimiento, Pac-Man se convirtió en un referente de la historia de los videojuegos y en un ícono cultural. Su figura redonda, colores brillantes y estética adorable, inspirada en el concepto japonés del “wabi-sabi”, lograron reconocimiento inmediato. Incluso trascendió las consolas: su imagen se ve en películas, juguetes, ropa y publicidad, al nivel de marcas globales como los arcos dorados de McDonald’s.
El impacto de Pac-Man también llegó a la ciencia. Investigadores lo usaron para estudiar la cognición y la toma de decisiones, tanto en humanos como en primates, mostrando cómo un juego puede servir para entender el comportamiento y la mente. Además, la franquicia se renovó con secuelas como Ms. Pac-Man y el reciente Laberinto de Sombras, integrando nuevas mecánicas sin perder la esencia que lo volvió un clásico.
Hoy, Pac-Man no es solo un juego: es un puente entre generaciones, un estudio de estrategia y reacción, y un ícono del ocio global y la cultura pop mundial. Su éxito radica en algo que parece simple: un círculo amarillo que nos enseña que las ideas más sencillas pueden cambiar la historia. Y aunque pasen los años, la pregunta sigue abierta: ¿qué hará Pac-Man para seguir sorprendiendo a nuevas generaciones?