

¿Se puede vivir al límite cuando sabés que el final está cerca? Esa fue la pregunta que Molly Kochan se hizo tras recibir la noticia que cambiaría su vida: había sido diagnosticada con cáncer de mama metastásico, con afectación cerebral. A los 38 años, su rutina, su matrimonio y la tranquilidad de los paseos vespertinos quedaron atrás. La muerte ya no era una idea lejana, y el deseo se volvió urgente.
Enfrentar un cáncer terminal implicó para Molly no solo el dolor físico, sino la ruptura de su matrimonio. “No es culpa tuya ni mía —le dijo su esposo—. Simplemente, no podemos con esto”. El divorcio la dejó frente a un abismo desconocido y un reloj que contaba las horas de su vida.
Fue ahí cuando surgió una decisión radical: explorar la sexualidad como forma de existencia. Entre citas y aplicaciones de encuentros, Molly se relacionó con más de 200 hombres, enfrentando la enfermedad con una honestidad brutal: “Tengo cáncer. Es terminal. Y quiero ser honesta antes de que sigamos”, decía a cada nuevo encuentro. No buscaba juzgamientos, ni aprobación; solo vivir cada instante posible.
Su historia se volcó en el podcast Dying for Sex, conducido por su amiga Nikki Boyer. Allí compartió sin filtros sus miedos, deseos y límites. La sexualidad se convirtió en una vía para confrontar la muerte, en un acto de control frente a lo inevitable. Entre hoteles baratos, departamentos alquilados y autos, Molly transformó cada experiencia en un diálogo íntimo con su cuerpo y su tiempo restante.
El podcast también exploró la dimensión emocional y social de su decisión. Molly admitía sentirse egoísta, pero consciente de que su vida estaba marcada por una fecha límite: “Nadie que tenga fecha de expiración debería preocuparse por cumplir las expectativas de los demás”. Su sinceridad tocó a muchas personas: pacientes, sobrevivientes y familiares encontraron en su historia un espejo que cuestiona cómo vivimos y cómo enfrentamos la muerte.
Más allá del sexo y las citas, Molly narraba sus días de vulnerabilidad, la fatiga, las cicatrices y la sensación de ser otra persona frente al espejo. La crudeza de su relato convirtió a Dying for Sex en un fenómeno viral y en un registro de resistencia emocional frente al cáncer terminal.
El impacto de su historia continúa. Tras su fallecimiento en 2019, su relato se amplió mediante el libro póstumo, artículos y una reciente miniserie. La memoria de Molly Kochan persiste como un recordatorio de que vivir plenamente frente al diagnóstico no siempre implica heroísmo, sino honestidad y búsqueda de sentido.
Su historia deja un interrogante abierto: ¿cómo enfrentamos la vida cuando sabemos que el tiempo es limitado? Molly no tenía todas las respuestas, pero mostró que se puede buscar placer, libertad y autenticidad incluso frente a un cáncer terminal. Su legado no es solo el relato de sus encuentros, sino la invitación a reflexionar sobre cómo cada uno enfrenta la proximidad de la muerte y el valor de vivir a su modo.