

¿Alguna vez te despertaste sobresaltado y te preguntaste si eso que comiste antes de dormir tuvo algo que ver con tu pesadilla? La relación entre alimentación y sueños es más real de lo que imaginás, aunque no siempre de la forma que creemos. Lo que comemos influye en nuestro descanso, la calidad del sueño y hasta en cómo recordamos lo que soñamos. Pero, ¿qué hay de cierto sobre el famoso mito del queso?
Investigaciones recientes, como las publicadas en International Journal of Dream Research y por National Geographic, muestran que ciertos alimentos sí tienen un impacto en los sueños. Por ejemplo, frutas y pescado se asociaron con sueños más vívidos o lúcidos. Mientras que los alimentos picantes, como el chili, pueden alterar la transición entre vigilia y sueño, generando episodios breves de semi-sueño que algunos recuerdan como pesadillas.
En cuanto al queso, la historia es más cultural que científica. Un experimento del British Cheese Board sugirió que tipos específicos, como el Stilton, podrían provocar sueños extraños. Pero estudios revisados por pares, como los de Tore Nielsen, neurocientífico de la Universidad de Montreal, demostraron que las pesadillas relacionadas con lácteos ocurren principalmente en personas con intolerancia a la lactosa. Las molestias digestivas durante la noche serían las verdaderas responsables de los sueños perturbadores, no el queso en sí.
Más allá de alimentos específicos, nuestros hábitos generales de alimentación también influyen en el descanso. Comer siguiendo el reloj y no las señales de hambre, o elegir comidas altas en grasas y bajas en fibra, puede afectar la calidad del sueño. Marie-Pierre St-Onge, de la Universidad de Columbia, señala que dietas ricas en frutas, verduras, cereales integrales y frutos secos promueven un descanso más profundo y menos fragmentado. Por el contrario, comidas procesadas y grasosas se asocian con despertares frecuentes, que a su vez aumentan la probabilidad de recordar sueños o pesadillas.
La relación entre alimentación y sueño es bidireccional. La privación de descanso altera el apetito y las elecciones alimentarias. Erica Jansen, de la Universidad de Michigan, explica que menos sueño genera más antojos de carbohidratos y grasas, afectando nuevamente la calidad del sueño y cerrando un círculo donde descanso y alimentación se influyen mutuamente.
En definitiva, la ciencia confirma que lo que comemos sí impacta nuestros sueños y la calidad del sueño, aunque los mitos populares sobre ciertos alimentos, como el queso, están más ligados a la cultura y al marketing que a la realidad científica. Recordá: prestar atención a la alimentación y al descanso no solo mejora tu salud, sino que también puede hacer que tus sueños sean más placenteros.