

¿Alguna vez te levantás decidido a hacer ejercicio y, de golpe, te gana la apatía? No estás solo. La falta de ganas de entrenar es más común de lo que creés y las razones van desde lo personal hasta lo fisiológico y social. Lo sorprendente es que hay formas simples de vencer esa barrera y empezar a moverte sin sentir que es un castigo.
Daniel Richter, personal trainer y fundador de Strength Log, dice que muchas veces nuestra mente frena antes que el cuerpo. Su consejo: empezar con metas mínimas, como cinco minutos de ejercicio o unas pocas flexiones. “Hacer algo pequeño hace casi imposible rechazar la acción”, asegura. Esta estrategia combate la tendencia natural de evitar actividades que cuestan sin dar recompensa inmediata.
No solo es tu cabeza: el entorno y la vida moderna influyen. El profesor Daniel E. Lieberman de Harvard explica que, evolutivamente, el cuerpo humano evita el esfuerzo físico si no es necesario. Hoy, hacer ejercicio es una elección, no una necesidad, y eso puede generar resistencia. Además, muchos asocian el entrenamiento con gimnasios, ropa especial o equipos caros, lo que aumenta la apatía.
Expertos como Beth Frates sugieren redefinir qué es ejercicio: bailar, jugar al fútbol con amigos o caminar pueden ser tan efectivos como una rutina formal. La clave es mover el cuerpo y disfrutarlo.
Otro obstáculo común es el miedo a lastimarse o fracasar. Empezar demasiado fuerte puede generar lesiones y desmotivación. Por eso, actividades suaves como yoga, tai chi, natación o caminatas cortas son ideales para quienes sienten poca energía. Incluso 15 o 20 minutos al aire libre pueden mejorar el ánimo y la circulación, según Andrew Nasr, fisioterapeuta deportivo.
Encontrar tu motivación personal también ayuda a vencer la apatía. Una encuesta de Strava revela que muchas personas se mueven más cuando entrenan con otros. Buscar compañeros o clases grupales puede ser más efectivo que enfocarse solo en la salud a largo plazo.
Escuchar al cuerpo es fundamental. Diferenciar entre falta de energía momentánea y fatiga real por mal descanso, hidratación o nutrición evita sobrecargas. Usar herramientas de seguimiento, como apps o diarios visuales de hábitos, ayuda a ver los progresos y genera sensación de logro.
Finalmente, permitirse días de descanso y actividades restaurativas, como meditación o respiración consciente, también forma parte de mantener la constancia. Incluso los profesionales enfrentan días de bajo rendimiento, y la clave está en la paciencia y la constancia, no en castigarse.
Si alguna vez sentiste que la falta de ganas de entrenar te ganaba, estas estrategias pueden ser tu primer paso para empezar a moverte sin sentir presión. Y lo mejor: una vez que lográs pasar la barrera inicial, todo se hace más fácil. ¿Querés descubrir cómo hacer que esos cinco minutos se conviertan en rutina diaria?