

¿Se imaginan un cambio tan grande en el océano que podría alterar el clima de todo el planeta? Lo que hasta hace poco parecía un riesgo lejano, hoy ya no es tan improbable: el colapso Amoc, la circulación que mueve enormes masas de agua en el Atlántico, podría estar más cerca de lo que pensamos.
La Amoc (Circulación Meridional de Retorno del Atlántico) es como el motor que mantiene equilibrado el clima global. Transporta agua cálida desde los trópicos hacia Europa y el Ártico, donde se enfría, se hunde y vuelve hacia el sur. Este flujo constante regula temperaturas, corrientes y hasta patrones de lluvia en diferentes continentes.
Un estudio reciente publicado en Environmental Research Letters muestra que la probabilidad de un colapso ya no es mínima. Incluso bajo escenarios de bajas emisiones de carbono, hay un 25 % de chance de que la Amoc llegue a un punto de no retorno dentro de las próximas dos décadas. El cierre definitivo podría tardar entre 50 y 100 años, pero la señal de alerta es clara: estamos ante una posible interrupción irreversible de esta corriente oceánica.
¿Por qué es tan importante este cambio? Un debilitamiento de la Amoc impactaría directamente en Europa con inviernos más fríos y veranos secos, desplazaría las lluvias tropicales que sostienen a millones de personas y aumentaría hasta 50 centímetros el nivel del mar. Además, el clima global en general se vería afectado, con consecuencias que todavía no podemos medir con exactitud.
Científicos como Stefan Rahmstorf del Instituto Potsdam destacan que, aunque los números no son absolutos, incluso un 10 % de probabilidad de colapso es suficiente para actuar. Los modelos climáticos muestran que la circulación marina ya está perdiendo fuerza, y hay señales que confirman una tendencia descendente en el Atlántico Norte desde 2021, tal como explica Sybren Drijfhout del Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos.
El desafío ahora es doble: reducir emisiones rápidamente y monitorear de cerca estas corrientes oceánicas. Los modelos sugieren que incluso un debilitamiento parcial tendrá impactos serios, y aunque el colapso total parezca lejano, las consecuencias ya empiezan a sentirse en la previsión del clima europeo y global.
El futuro de la circulación marina atlántica está en nuestras manos. Cada acción para frenar el calentamiento global cuenta. Lo que parecía un fenómeno lejano hoy exige atención inmediata: el reloj para evitar la interrupción irreversible de la Amoc ya empezó a correr.