

La política argentina atraviesa un nuevo pico de crispación en la previa de las elecciones bonaerenses. El dirigente kirchnerista Machi Cabrera, referente del Frente Argentino Revolucionario (FAR) en Moreno, generó un fuerte repudio tras lanzar amenazas directas contra Javier Milei, quien encabezará el cierre de campaña de La Libertad Avanza en el oeste del conurbano.
“No va a ser una piedra eh… mejor que no venga”, advirtió Cabrera en declaraciones televisivas, haciendo alusión a los episodios de violencia ocurridos en actos previos del oficialismo libertario, donde Milei y su entorno sufrieron agresiones con piedras y botellas.
La frase encendió alarmas tanto en el plano político como en el de la seguridad, ya que se suma a un contexto de ataques reiterados contra el Presidente y su equipo. En Lomas de Zamora, un acto debió ser evacuado tras incidentes violentos, y días después, en Corrientes, Karina Milei y Martín Menem también fueron blanco de hostigamientos.
Cabrera, lejos de retractarse, profundizó su postura al afirmar: “A este gobierno hay que voltearlo antes de fin de año”. Este tipo de declaraciones refuerza la percepción de que ciertos sectores del kirchnerismo más radical buscan desestabilizar al gobierno libertario mediante discursos cargados de violencia y confrontación.
Más allá de la amenaza directa a Milei, el dirigente del FAR también protagonizó una polémica por comentarios misóginos hacia las legisladoras del Congreso: “¿Cómo puede ser que una puta esté laburando adentro del Congreso? ¿Qué puede saber esa mujer de lo que me pasa a mí o a la señora?”. Estas expresiones, además de profundizar la controversia, lo posicionan en el centro de un debate sobre la intolerancia política y social en sectores militantes del kirchnerismo.
Mientras tanto, Milei ratificó su presencia en Moreno este miércoles 3 de septiembre, en un acto en el Club Villa Ángela, que promete ser la “madre de todas las batallas” en uno de los municipios más populosos del conurbano, gobernado por el Movimiento Evita.
El episodio no solo exhibe la fragilidad institucional en la que se desarrolla la campaña, sino que también abre interrogantes sobre la capacidad del Estado de garantizar la seguridad presidencial y la convivencia democrática en medio de una campaña atravesada por la violencia y la amenaza.