

Por: Jonatan Anaquin
Tom Holland, conocido mundialmente como el Spider-Man del Universo Cinematográfico de Marvel, sorprendió al público con una confesión que va más allá de los sets de rodaje: padece trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y dislexia. La revelación se dio en el marco de la promoción de Never Stop Playing, el cortometraje de LEGO que protagoniza y que rescata el valor del juego como motor de creatividad.
Lejos de quedarse en una declaración anecdótica, lo dicho por Holland abre una puerta crucial: cómo los artistas enfrentan y transforman condiciones neurológicas en herramientas creativas dentro de una industria tan demandante como la cinematográfica.
“Tengo TDAH y soy disléxico. A veces, cuando alguien me da un lienzo en blanco, me siento un poco intimidado. Y a veces te encuentras con esos desafíos al desarrollar un personaje”, señaló el actor. Esta frase resume lo que muchos creativos viven en silencio: el reto de canalizar la hiperactividad y la dispersión en un espacio donde la concentración y la disciplina parecen inquebrantables.
El TDAH no es simplemente “estar distraído”. Es un trastorno neurobiológico que afecta la atención, la regulación emocional, la impulsividad y la organización. En un rodaje, esto puede convertirse en un muro difícil de escalar: horarios estrictos, guiones que demandan memoria inmediata y una presión mediática que no da respiro. Sin embargo, Holland demuestra que esos mismos obstáculos pueden alimentar una mirada distinta, fresca e innovadora.
El actor no solo reconoce sus dificultades, sino que revela cómo las afronta: “Ya seas joven o adulto, puedes interactuar con algo que te impulse a ser creativo, a pensar de forma innovadora para generar cambios, y mientras más hagamos estas cosas es mejor”. En otras palabras, convierte el juego en un método, la creatividad en disciplina, y el niño interior en un recurso de trabajo.
Lo fascinante es que, en el caso de Holland, la confesión no queda desligada de su rol en el MCU. Peter Parker siempre fue el “héroe diferente”: vulnerable, ansioso, atrapado entre la vida cotidiana y las responsabilidades de un superhéroe. Que el actor que lo encarna viva en carne propia esa dualidad entre fragilidad y fuerza, solo refuerza la conexión con el personaje.
Su experiencia con LEGO, además, no es casual. Estos bloques —símbolos de construcción, paciencia y juego— se vuelven una metáfora de su proceso creativo: pieza por pieza, Holland arma no solo maquetas, sino personajes, películas y un camino personal de resiliencia.
Que una figura de su calibre ponga sobre la mesa el tema es clave. El cine, históricamente, ha invisibilizado o caricaturizado las condiciones neurológicas. Hoy, actores como Holland, al hablar con franqueza, humanizan la industria y permiten que nuevas generaciones entiendan que el TDAH no es un límite, sino un rasgo que puede convertirse en diferencial creativo.
El impacto va más allá de los titulares: es un recordatorio de que el arte —sea actuar, escribir, filmar o jugar— puede ser una forma de terapia. Y que la vulnerabilidad, lejos de restar, puede sumar una profundidad única en pantalla.