

La semana comenzó con un escenario de alta tensión en los mercados financieros argentinos, tras la derrota electoral del Gobierno en la provincia de Buenos Aires, principal bastión político del país. La reacción inmediata se tradujo en un salto del dólar minorista y mayorista cercano al 5%, con el tipo de cambio mayorista tocando los $1.450, muy próximo al techo de la banda de libre flotación.
El golpe más severo se vio en los mercados internacionales: los ADR argentinos en Wall Street registraron bajas de dos dígitos, destacándose las pérdidas de Banco Macro (-20,7%), Banco Francés (-19,9%), Grupo Galicia (-17,4%) y YPF (-13,7%), que retrocedió a 26,60 dólares.
En paralelo, la caída de los bonos soberanos en dólares profundizó la desconfianza inversora. Los títulos bajo ley de Nueva York, como el GD30 y el GD35, retrocedieron hasta un 8,7%, lo que llevó al riesgo país a los 1.034 puntos básicos, nivel no visto desde octubre de 2024. Este índice refleja la prima de riesgo que los mercados exigen a la Argentina frente a la deuda de Estados Unidos, y su repunte implica un mayor costo de financiamiento externo.
Los analistas internacionales coincidieron en que el resultado electoral incrementa la incertidumbre sobre el futuro del programa económico. Morgan Stanley advirtió que se refuerza un escenario bajista, mientras que JP Morgan subrayó que la victoria peronista en Buenos Aires implica una prima de riesgo político prolongada.
Por su parte, consultoras locales como Adcap señalaron que el Gobierno, en lugar de modificar el rumbo, probablemente opte por intensificar la intervención cambiaria y subir las tasas de interés, lo que anticipa una transición a octubre marcada por alta volatilidad.
En síntesis, la reacción de los mercados dejó en claro que la derrota electoral no solo fue política: también golpeó de lleno la confianza económica, reflejando la fragilidad de un esquema financiero que depende, más que nunca, de la estabilidad política.