

¿Qué pasó con Walter Olmos? Esa es la pregunta que todavía resuena más de dos décadas después de su muerte. Su historia tiene todo: esfuerzo, gloria, vértigo y un final que dejó más dudas que certezas. Y aunque muchos lo recuerdan por sus hits y por haber llenado el Luna Park, el trasfondo de su vida explica por qué sigue siendo un mito en la movida tropical.
Nació en Catamarca, en una familia humilde y numerosa. De chico lustraba zapatos en la plaza para llevar plata a su casa. Pero desde temprano mostró lo que lo haría distinto: cantaba en cada lugar donde podía, con una energía y un carisma que atrapaban a todos. Ese talento lo llevó a sumarse a pequeños grupos hasta que su nombre empezó a sonar fuerte en la provincia.
Fue en ese contexto cuando conoció a Rodrigo, la máxima figura del cuarteto en ese momento. El cordobés quedó fascinado con su voz y lo apadrinó. De esa relación nació el tema “Por lo que yo te quiero”, que le abrió las puertas a todo el país. Tras la muerte de Rodrigo en 2000, la prensa lo señaló como su heredero natural. Y no fallaron: en pocas semanas, Olmos pasó de las peñas a los estadios.
Con su disco “A pura sangre”, alcanzó el Disco de Platino en tiempo récord y se dio el lujo de cantar en el Luna Park, el templo que todo artista sueña pisar. Era la prueba de que aquel chico de Catamarca había llegado a lo más alto.
Pero mientras su carrera despegaba, también crecían las presiones. Su madre contaba que a veces él mismo le confesaba tener miedo de terminar como Rodrigo. Entre shows, giras y contratos millonarios, el vértigo se volvió parte de su vida.
El 7 de septiembre de 2002, en un apart hotel porteño, Walter Olmos perdió la vida al dispararse con un arma mientras jugaba a una especie de ruleta rusa con sus músicos. Tenía apenas 20 años. La justicia cerró la causa como accidente, pero su padre habló siempre de una “mano negra” ligada a la movida tropical.
El velorio fue multitudinario. Miles de fans acompañaron el cortejo, cantando sus canciones como si fuera un recital más. En Catamarca, el dolor fue doble: despedían al ídolo y al pibe que nunca renegó de sus raíces.
Hoy, a más de veinte años, la figura de Walter Olmos sigue intacta. Para muchos fue el sucesor de Rodrigo; para otros, un talento que se apagó demasiado pronto. Lo cierto es que su legado está en cada tema que aún suena en fiestas y peñas, en cada historia que cuentan sus fans, y en la memoria de una generación que lo vio brillar y caer en muy poco tiempo.
Como dijo Daniel “La Tota” Santillán, uno de los primeros en bautizarlo: “Era la locomotora catamarqueña. Nada lo frenaba”. Y aunque la vida sí lo frenó, el mito de Walter sigue andando.