

¿El té verde es realmente mejor que el té negro para bajar de peso? Esa duda sigue generando debate, incluso entre nutricionistas y estudios científicos. Y aunque ambos forman parte del ranking de infusiones saludables más consumidas del mundo, la diferencia clave podría estar en cómo actúan en el cuerpo. Pero antes de adelantarte la respuesta, vale la pena entender qué aporta cada uno y por qué no es tan sencillo decidir.
El té es la segunda bebida más tomada del planeta después del agua. En países como Reino Unido y China es parte de la rutina diaria, y en Argentina cada vez gana más terreno. Entre las opciones más buscadas aparecen el té negro y el té verde, sobre todo por quienes buscan cuidarse o bajar unos kilos.
Ambos comparten un punto fuerte: en su estado natural no suman calorías, grasas ni azúcares. Eso sí, todo cambia si se les agrega azúcar, miel o leche. La gran diferencia entre ellos pasa por la cafeína: una taza de té negro ronda los 48 mg, mientras que el verde tiene unos 29 mg. Para comparar, el café supera los 90 mg.
La forma en que se procesan también los distingue. El té negro se oxida, lo que le da su color oscuro, sabor intenso y compuestos exclusivos llamados teaflavinas. En cambio, el té verde se conserva sin oxidación, lo que ayuda a mantener más antioxidantes originales, como las catequinas.
Tanto Harvard como la Cleveland Clinic coinciden en que ambos aportan polifenoles y antioxidantes que ayudan a reducir el riesgo de enfermedades crónicas, mejorar la salud cardiovascular y generar un efecto antiinflamatorio en el organismo.
El té negro suma puntos por su impacto en la salud del corazón. Estudios publicados en Frontiers in Nutrition muestran que entre una y cuatro tazas diarias podrían contribuir a prevenir enfermedades coronarias gracias a sus antioxidantes. Además, los flavonoides presentes ayudan a regular la presión arterial y a mejorar la concentración.
La contra es que su nivel de cafeína puede resultar elevado para personas sensibles. También tiende a manchar los dientes y, si se toma junto con las comidas, puede reducir la absorción de hierro de origen vegetal.
El té verde es el que más se asocia con la pérdida de peso. Una revisión en el British Journal of Nutrition respalda que su compuesto EGCG ayuda a transformar la grasa blanca en grasa parda, más fácil de quemar. También aporta L-teanina, que mejora la concentración y genera un estado de alerta relajado, ideal para quienes buscan foco mental.
A nivel cardiovascular, estudios en Frontiers in Nutrition vinculan su consumo con menor riesgo de enfermedad coronaria, reforzando su perfil como infusión saludable.
No hay una respuesta única: ambos tés son aliados de la salud y pueden formar parte de una dieta equilibrada. El té negro ofrece energía y compuestos únicos, mientras que el té verde tiene un leve plus en el metabolismo y la quema de grasas.
La clave no está en elegir solo uno, sino en combinarlos según el momento del día y tus necesidades. Y ahí está el detalle que muchos pasan por alto: la variedad y la constancia son las que marcan la diferencia real.