

La política argentina suma un nuevo capítulo en la siempre cambiante saga del peronismo. La presentación de “Primero la Patria”, un espacio que busca articular al peronismo federal con el cristinismo bajo la reivindicación del liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, muestra dos cosas a la vez: la capacidad del peronismo para reinventarse y su dificultad para saldar tensiones internas de larga data.
El acuerdo entre sectores históricamente enfrentados —como el peronismo federal y el kirchnerismo duro— refleja la necesidad de construir una plataforma competitiva frente a un oficialismo que atraviesa desgaste y frente a oposiciones atomizadas. La apelación al liderazgo de CFK, aun sin su presencia directa, es un reconocimiento de que sigue siendo el eje ordenador del peronismo.
Sin embargo, el lanzamiento dejó al descubierto que la unidad no es homogénea. Mientras algunos dirigentes ven a “Primero la Patria” como un espacio para ganar elecciones, otros advierten que el desafío real es gobernar un país en crisis. La convivencia entre discursos moderados y radicalizados marca que el consenso es frágil y que las viejas desconfianzas entre el cristinismo y el PJ federal no se disolvieron, sino que quedaron en pausa.
La centralidad simbólica de Cristina Kirchner es innegable. Su nombre sigue teniendo la fuerza para ordenar al peronismo, aunque su ausencia física —explicada en parte por su situación judicial— plantea un interrogante: ¿puede un movimiento sostenerse en torno a un liderazgo que no ocupa la primera línea de la escena? En paralelo, figuras como Máximo Kirchner y dirigentes de peso territorial buscan posicionarse para 2027, lo que convierte a este nuevo armado en un espacio de transición más que en una síntesis definitiva.
“Primero la Patria” se presenta como un espacio de unidad, pero también como un laboratorio de poder. El verdadero desafío no es solo recomponer la competitividad electoral del peronismo, sino resolver si la unidad responde a una estrategia coyuntural o a un proyecto de gobierno consistente. La respuesta a ese dilema marcará si este nuevo armado se convierte en un puente hacia el futuro o en una foto pasajera en la larga historia de reacomodamientos peronistas