

El secretario de Turismo, Ambiente y Deportes, Daniel Scioli, sufrió una derrota política luego de que el juez Guillermo Ottaviano, del Juzgado Civil y Comercial N.º 13 de San Isidro, frenara su plan para controlar la población de carpinchos en Nordelta.
Scioli había respaldado a un grupo de vecinos que desde hace años exige medidas contra los animales, a los que acusan de dañar jardines y espacios comunes. Con esa decisión, el ex motonauta buscó congraciarse con sectores influyentes del barrio privado, pero terminó enfrentado al fallo judicial que lo desautorizó.
El plan de Scioli incluía aplicar vacunas anticonceptivas para limitar la reproducción de los carpinchos, que son habitantes naturales de los humedales del Delta. Sin embargo, el juez Ottaviano consideró que esa medida afectaba el equilibrio del ecosistema y dictó una cautelar que la prohíbe.
La decisión judicial no solo detuvo las castraciones, sino también obras que dañen los humedales y fumigaciones que puedan poner en riesgo a la fauna silvestre. Para los defensores de los animales, fue un triunfo que protege a una especie emblemática de la región.
El debate sobre los carpinchos en Nordelta no es nuevo. Estos animales siempre vivieron en los humedales del Delta, pero fueron desplazados por el desarrollo de barrios privados que avanzaron sobre su hábitat natural.
Algunos vecinos los consideran invasores y piden medidas de control, mientras que otros los defienden como símbolo de la biodiversidad. La polémica también alcanzó a figuras influyentes, como la familia Costantini, vinculada a la creación de Nordelta y conocida por su defensa de los animales.
El fallo judicial no solo representó una derrota para Scioli, sino que también puso en cuestión la expansión inmobiliaria sobre los humedales. Con la suspensión de obras que afectan el ecosistema, los carpinchos ganaron un respiro frente al avance de topadoras y retroexcavadoras.
Este revés judicial obliga a repensar cómo convivir con la fauna silvestre en zonas urbanizadas, especialmente en lugares como Nordelta, donde los límites entre ciudad y naturaleza se desdibujaron.
La historia está lejos de cerrarse. Aunque la castración quedó prohibida, los vecinos que se oponen a los carpinchos seguramente buscarán nuevas estrategias para limitar su presencia. Por su parte, las organizaciones ambientalistas celebran la decisión judicial y se preparan para defenderla en caso de futuros intentos de revertirla.
El conflicto entre desarrollo urbano y preservación ambiental seguirá marcando la agenda, y el caso Nordelta se volvió un símbolo de esa tensión.