

Por: Jonatan Anaquin
El fútbol argentino viste de luto: a los 69 años, Miguel Ángel Russo falleció este miércoles 8 de octubre de 2025, en su hogar, donde permanecía en internación domiciliaria.
Durante sus últimas semanas, su salud se deterioró. Las recaídas lo habían llevado en varias ocasiones a internaciones hospitalarias, dejando espacios de incertidumbre y preocupación en el entorno del club y la prensa. En su declaración más reciente, Boca había comunicado que Russo se encontraba en “internación domiciliaria con pronóstico reservado”, recibiendo atención permanente de su equipo médico y del cuerpo del club.
Origen y vida como jugador
Nacido en Lanús el 9 de abril de 1956, Russo desarrolló toda su carrera futbolística en Estudiantes de La Plata. Como mediocampista central, disputó más de 400 partidos y aportó goles en momentos claves. Fue campeón del Metropolitano en 1982 y del Nacional en 1983 con el “Pincha”.
Russo dejó huella como entrenador, con una carrera de más de 30 años y más de mil partidos dirigidos. En Argentina, logró ascensos y campeonatos con equipos como Lanús, Estudiantes, Vélez, Rosario Central y, sobre todo, con Boca Juniors. En el club de la Ribera tuvo tres ciclos —2007, 2020-2021 y 2025— y alzó con él la Copa Libertadores 2007, entre otros títulos locales.
Además, Russo trabajó en distintos países: Chile, España, México, Colombia, Perú, Paraguay y Arabia Saudita, consolidándose como un técnico de proyección continental. Durante su época en Colombia, mientras dirigía a Millonarios, fue cuando se detectó su enfermedad. Pese al diagnóstico, siguió al frente del equipo y obtuvo títulos internacionales combinando su labor futbolística con tratamientos médicos.
En 2017, durante su estadía en Colombia, se le diagnosticó cáncer de vejiga, y también se detectó un tumor en la próstata. Con el tiempo, el cuadro médico generó complicaciones: infecciones urinarias, recaídas y pérdidas de fuerza. Recién en sus últimos meses, su presencia en Boca fue interrumpida: dejó de asistir a entrenamientos y partidos mientras era atendido médicamente. En ese contexto, su segundo (y eterno) colaborador, Claudio Úbeda, asumió funciones técnicas provisoriamente.
Su partida fue confirmada por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y generó expresiones de pesar generalizadas: clubes, jugadores, dirigentes y fanáticos de distintas latitudes se unieron al duelo.
Hoy el fútbol argentino se queda sin uno de sus referentes más auténticos. Russo fue, para muchos, la definición de entrega, pasión y compromiso con los colores que dirigió. En Boca, su figura trasciende resultados: se le recuerda por momentos imborrables, por el estilo y por la garra que inculcaba.
Su partida deja un vacío difícil de llenar. Pero también inaugura una era de memoria: la del técnico que, aún enfermo, quiso seguir estando, seguir siendo. Esa determinación lo hace inmortal en la historia boquense y del deporte nacional.
Que este adiós sea también un homenaje permanente: a su voz, a su confianza en los futbolistas, a esos ataques de optimismo que regalaba en medio de las crisis, y a su fe futbolera. Gracias, “Miguelo”, por tanto.