jueves 9 de octubre de 2025 - Edición Nº5308

Deportes | 9 Oct

Un hombre de fútbol que vivió para el juego

Miguel Ángel Russo: la huella indeleble del mediocampista que se convirtió en arquitecto de equipos

08:12 |Desde los potentes años como volante de Estudiantes hasta la consagración continental con Boca Juniors y la última etapa que lo devolvió al ruido mediático, repasamos la carrera completa de Russo: su ética de trabajo, sus aciertos tácticos, los ascensos, los títulos y la marca que dejó en clubes de América y del mundo.


Miguel Ángel Russo fue —antes que nada— un hombre de club. Nacido en Valentín Alsina el 9 de abril de 1956, su nombre quedó asociado durante décadas a la camiseta de Estudiantes de La Plata, donde se formó y desarrolló una carrera de jugador sólida y constante: debutó en 1975 y permaneció hasta 1988, acumulando más de 400 apariciones y participando de los títulos domésticos de 1982 y 1983. Su perfil como mediocampista defensivo lo convirtió en una pieza de orden y sacrificio dentro de equipos que priorizaban la cohesión colectiva.

La transición de la cancha al banco no fue improvisada: Russo comenzó a dirigir a fines de los ochenta y muy pronto mostró dos virtudes que marcarían su carrera como técnico: capacidad para armar equipos compactos y una predilección por el trabajo metódico en el día a día. En Lanús, en su primer gran ciclo como entrenador, logró ascensos y cimentó su reputación como formador de proyectos a largo plazo; ese Lanús de finales de los ochenta y principios de los noventa fue la primera franquicia que puso a Russo en el mapa del fútbol argentino. Sus primeros logros como entrenador no se midieron solo en trofeos, sino en la capacidad de transformar clubes con planteles humildes en conjuntos competitivos

A lo largo de más de treinta años Russo acumuló una trayectoria de técnicos itinerantes —como muchos entrenadores argentinos— que lo llevó a dirigir en España, México, Chile, Perú, Paraguay, Colombia y Arabia Saudita, además de múltiples ciclos en clubes argentinos. Esa experiencia internacional no solo enriqueció su bagaje táctico sino que también amplió su reputación: supo adaptarse a contextos tan distintos como Salamanca en España, Morelia en México y Millonarios en Colombia, donde alcanzó logros relevantes y ganó reconocimiento fuera del país.

Pero el hito que definió su carrera en términos históricos fue su paso por Boca Juniors en 2007. Russo tomó un plantel con figuras de gran ego y personalidad —con Juan Román Riquelme como epicentro emocional y futbolístico— y logró algo que excede la táctica: fundir el talento individual en un proyecto colectivo que ganó la Copa Libertadores 2007. Ese título colocó a Russo en la misma lista breve de técnicos que supieron campeonar la Copa con Boca y lo catapultó como un estratega con capacidad de manejar vestuarios complejos. La Libertadores de 2007 es, sin duda, la marca indeleble de su legado.

Tras aquel éxito, su carrera mantuvo la impronta de los volúmenes y las idas y venidas: dirigió a Vélez (con un Clausura exitoso en 2005 que había sido su puerta de llegada a Boca), a San Lorenzo, a Racing y volvió repetidas veces a Rosario Central y Estudiantes. En el extranjero, su ciclo en Millonarios fue destacado: condujo al club colombiano a títulos nacionales (Torneo Finalización 2017 y Superliga 2018) y recuperó prestigio internacional en un club históricamente exigente. Russo demostró que podía replicar su modelo —orden defensivo, transición rápida, liderazgo sobre el grupo— en ecosistemas futbolísticos distintos.

El regreso a Boca en 2020 constituyó otro capítulo mayor: en plena pandemia ganó el campeonato local (la Superliga/Campeonato 2019-20) y la Copa de la Liga Profesional, demostrando que su mano todavía conducía equipos ganadores en el siglo XXI. Ese ciclo, aplaudido y criticado a partes iguales, exhibió su capacidad para actualizarse y compaginar jugadores jóvenes con figuras consolidadas. Ganar un título nacional con Boca en 2020 consolidó su estatus como técnico que puede, todavía, competir en los club más demandantes de la Argentina.

En los últimos años Russo alternó roles en el exterior y regresos domésticos: un paso por Al-Nassr en Arabia Saudita, otro retorno a Rosario Central (donde volvió a conectar con la pasión de los hinchas) y una última vuelta a Boca en 2025. Su vida profesional se caracterizó por la capacidad de recomenzar, de reconstruir grupos y de aceptar desafíos en clubes con realidades financieras y culturales muy diversas. Esa flexibilidad fue una de sus señas más valiosas.

El 8 de octubre de 2025, Miguel Ángel Russo falleció a los 69 años tras una larga batalla contra el cáncer, según confirmaron Boca Juniors y diversas fuentes periodísticas. Su partida conmocionó al fútbol argentino y dejó un rastro de recuerdos, elogios y análisis: dirigente, periodista, excompañeros y rivales recordaron no solo los títulos sino el estilo de trabajo y la disciplina que impuso en cada lugar que pasó. La noticia de su muerte marcó el fin de una era; su legado, en cambio, seguirá en camisetas, anécdotas y estructuras tácticas.


¿Qué deja Russo para la historia del fútbol argentino?


  • Un jugador de club: símbolo de Estudiantes, con más de 400 partidos y dos títulos nacionales.

  • Un técnico formador: ascensos con Lanús y Estudiantes; proyectos de reconstrucción en Rosario Central.

  • Un conquistador continental: la Copa Libertadores 2007 con Boca, su obra más emblemática.

  • Presencia internacional: triunfos y retos en Millonarios (Colombia), Al-Nassr (Arabia), clubes de México, Chile, España y Paraguay.

  • Un legado humano: entrenador respetado por la disciplina, la lectura de vestuarios y la capacidad de unir egos por objetivos colectivos.

Russo no fue un técnico de modas ni un revolucionario táctico que cambió el fútbol moderno. Fue, más bien, un artesano del día a día: orden, rigor, sentido de grupo y una lectura pragmática del juego. Esa convicción —casi clásica— de que el entrenador es el gestor del grupo y el organizador de conductas lo mantuvo vigente durante décadas. Su paso por clubes grandes y chicos demuestra que, en el fútbol argentino y latinoamericano, hay carreras que se miden en títulos y otras en la huella silenciosa que dejan en las instituciones. Russo combinó ambas cosas: dejó títulos y dejó un método.

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