

La Selección Argentina Sub-20 volvió a escribir una página dorada en su historia reciente. Con una victoria trabajada por 1-0 ante Colombia, el conjunto dirigido por Diego Placente accedió a la final del Mundial juvenil, donde enfrentará a Marruecos, una de las sorpresas del certamen. Pero más allá del resultado, lo que quedó en evidencia fue el carácter y la madurez de un plantel que, partido a partido, fue encontrando su identidad.
El entrenador, visiblemente emocionado, reconoció tras el triunfo que el camino no fue sencillo. “Fue un partido muy difícil. Desnivelamos por individualidades, el primer tiempo nos costó un montón”, admitió Placente. Sin embargo, destacó la capacidad de reacción de sus jugadores: “Pensamos un sistema que a veces sale y a veces no. En el entretiempo pudimos ajustar”, dijo, subrayando la importancia del trabajo táctico y la lectura del juego.
El técnico, parte de una camada que integró junto a Mascherano y Aimar en el semillero de la generación del 2001, parece haber encontrado su sello: un fútbol dinámico, ofensivo y con jóvenes que combinan técnica con entrega. En ese sentido, no dudó en elogiar a Gianluca Prestianni, una de las joyas del plantel: “Todos sabemos sus condiciones, está más maduro y desde que entró nos dio muchas soluciones”, sostuvo.
El plantel argentino demostró que no solo hay talento, sino también una fuerte convicción colectiva. Santino Barbi, una de las figuras del mediocampo, remarcó el proceso de crecimiento durante el partido: “Ellos arrancaron con una presión muy intensa que no nos dejaba hacer nuestro juego, pero el segundo tiempo pudimos manejar la pelota. Con el correr de los minutos, el equipo se fue encontrando”.
Alejo Sarco, delantero y referente del grupo, destacó la entrega por encima de lo individual: “No se me dio el gol, pero eso pasa a cuarto plano. Estamos muy felices de haber llegado a la final. Este grupo deja todo por la camiseta. Es puro huevo y corazón”, expresó con la emoción que caracteriza a los juveniles argentinos.
Por su parte, Mateo Silvetti valoró el proceso que los llevó hasta esta instancia: “Lo buscamos durante todo el torneo y cumplimos el gran objetivo. Creo que somos merecedores de la final”, afirmó, y agregó: “Tenemos jugadores de mucha jerarquía, un país muy rico de jugadores”.
El defensor Milton Delgado también resaltó el aspecto humano del grupo: “Sabíamos que era un partido complicado, duro. Gracias a Dios se nos dio la victoria. Todos venimos a buscar lo mismo. Es un grupo que está muy unido”, confesó con una sonrisa.
Y como no podía ser de otra manera, la voz de Gianluca Prestianni, uno de los más desequilibrantes, marcó el tono emocional de la jornada: “El primer tiempo fue muy duro. En el segundo nos propusimos cambiar la cara del equipo. Lo de este grupo es una locura, nos matamos uno por el otro”, sintetizó con orgullo.
Argentina, seis veces campeona del mundo en la categoría, lleva sobre sus hombros una enorme tradición juvenil. Desde los tiempos de Pekerman, Aimar, Messi y Agüero, el fútbol argentino supo convertir los mundiales juveniles en semilleros de estrellas. En esa línea, el trabajo de Placente recupera la esencia formativa: la intensidad, la humildad y el sentido colectivo.
El próximo domingo, ante Marruecos, la Sub-20 tendrá la oportunidad de volver a subirse al podio mundial. Pero, gane o pierda, esta camada ya dio señales de futuro: un grupo que juega, siente y defiende la camiseta con el orgullo de quienes entienden que representar a la Argentina es más que un resultado.