

¿Qué llevó a un grupo de estudiantes a convertir un tema tan sensible en motivo de burla durante su viaje de egresados? La pregunta recorre las redes y genera indignación tras la viralización de un video filmado en Bariloche, donde un joven aparece con un disfraz que simula a una mujer violada.
El hecho involucró a alumnos del Instituto Provincial de Educación Técnica N.º 267 (IPET 267) de Bell Ville, en Córdoba. El video se difundió desde la cuenta oficial de la promoción y rápidamente explotó en redes sociales por la crudeza de las imágenes.
En el registro se ve al adolescente con un vestido roto, el cuerpo pintado con manchas rojas y la palabra “violada” escrita en la espalda, mientras sus compañeros ríen y hacen gestos burlones. La escena desató un repudio inmediato y encendió el debate sobre los límites del humor y la educación en los viajes de egresados.
Según el medio El Doce, la difusión del video motivó pedidos de sanción y un comunicado público de los propios alumnos involucrados. En el texto, reconocieron la gravedad de lo ocurrido:
“Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido. No representa los valores enseñados. Pedimos disculpas”, expresaron.
Pero el pedido no calmó las aguas. La otra división del IPET 267 publicó un mensaje más duro, marcando distancia del hecho y reclamando medidas ejemplares:
“Nos sentimos conmocionados. Esto forma parte de una forma de naturalizar las violencias. Pedimos que se sancione a los responsables”, remarcaron.
La comunidad educativa acompañó el repudio y pidió que se reflexione sobre la violencia simbólica detrás de estos actos. “No se trata de un chiste: se trata de cómo miramos el mundo y del respeto hacia quienes sufrieron violencia”, señalaron docentes de la institución.
Este caso reaviva una preocupación que ya venía creciendo: los viajes de egresados a Bariloche como escenario de hechos polémicos. Semanas atrás, alumnos de una escuela de Canning también fueron grabados durante cánticos antisemitas en plena excursión.
La Escuela Humanos de Canning emitió un comunicado en el que repudió “la actitud discriminatoria de un grupo de alumnos” y aseguró que los cánticos “no representan los valores de respeto e inclusión” de la institución.
Ambos casos exponen una misma pregunta que sigue abierta: ¿qué está fallando en la formación de quienes deberían celebrar el cierre de una etapa sin reproducir violencias ni burlas?
La indignación social crece, y mientras las instituciones revisan sus protocolos, muchos padres se preguntan cómo garantizar que los viajes de egresados sigan siendo una experiencia de unión y aprendizaje, no de vergüenza colectiva.