Cuando Sebastián Villa entra en escena, el clima cambia. No importa el estadio, el torneo ni el escudo que vista: si enfrente está River, el colombiano juega otro partido, el suyo. Esta vez, en la antesala de la semifinal de Copa Argentina en Córdoba, vuelve a ocupar el centro de la conversación, tanto por lo futbolístico como por lo que genera fuera de la línea de cal.
El delantero de Independiente Rivadavia de Mendoza llega con el historial de un verdugo: cuatro goles en once enfrentamientos ante el River de Marcelo Gallardo, y un presente en el que su influencia dentro del campo parece innegable. Su último cruce con el “Millonario” quedó grabado por el gol, la asistencia, y un festejo que rozó la provocación: el famoso gesto de la “metralleta” hacia la tribuna riverplatense encendió la chispa de un final caótico.
Esa noche, en el Malvinas Argentinas, Villa fue héroe y villano. Su baile, su gesto desafiante y sus declaraciones posteriores —“soy 100% bostero, tengo todos mis amigos en La Boca”— sirvieron para reabrir heridas viejas entre hinchadas que nunca se perdonan. El partido terminó en escándalo, con González Pirez expulsado y Gonzalo Martínez buscando revancha en el túnel.
En el plano deportivo, su desempeño fue impecable. Con una definición cruzada que Franco Armani no pudo contener, Villa volvió a confirmar que River es su víctima favorita, al igual que Aldosivi. Desde su etapa en Boca ya venía avisando: goles en 2021 y 2022, festejos en el Monumental y una facilidad especial para aparecer cuando el contexto exige nervios de acero.
Hoy, como capitán y figura en Mendoza, Villa se enfrenta a un nuevo desafío, con el mismo condimento emocional de siempre. Gallardo todavía no encontró la fórmula para frenarlo, ni como extremo ni como segundo delantero. Y si algo está claro en el libreto del colombiano es que cada enfrentamiento ante River es un duelo personal, una batalla que trasciende los puntos.
En Córdoba, el Kempes será el escenario donde se escriba otro capítulo de esta rivalidad íntima. El resto —el clima, las polémicas, los gritos— parecen estar garantizados. Porque con Villa en cancha, la calma nunca es opción.