Acerías Berisso, una histórica planta metalúrgica del municipio de Berisso, atraviesa una de las crisis más severas de los últimos años. Desde principios de octubre, las operaciones están completamente detenidas y los trabajadores se encuentran en una total incertidubmbre con el miedo de perder sus fuentes laborales.
Los empleados denuncian que la empresa adeuda varias quincenas de salario y que comenzó a retirar maquinarias y materiales del predio, lo que interpretan como una señal de vaciamiento de la fábrica. La preocupación crece día a día ante la falta de respuestas empresariales concretas.
La firma había anunciado un “plan de readecuación productiva” que, según los obreros, nunca se materializó. El documento no garantiza la continuidad laboral ni el pago de los sueldos adeudados. En cambio, la planta continúa paralizada y sin señales claras de una reactivación próxima.
Mientras el Ministerio de Trabajo de la provincia intervino parcialmente mediante audiencias de conciliación, el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, a cargo de Augusto Costa, mantiene un silencio que genera malestar entre los trabajadores y la comunidad.
Hasta el momento, no hubo declaraciones oficiales ni gestiones visibles para evitar el cierre de la planta. Esta falta de respuesta alimenta la sensación de desprotección y pone en duda la capacidad del Estado provincial para sostener su política de “defensa de la industria bonaerense”.
El conflicto de Acerías Berisso expone, una vez más, las debilidades estructurales de la política industrial bonaerense. Mientras los trabajadores resisten para conservar sus empleos, el Estado provincial parece ausente o paralizado ante una crisis que podría haberse evitado con intervención temprana.
La falta de comunicación por parte del Ministerio de Producción no solo posterga posibles soluciones, sino que erosiona la confianza en las instituciones. En un contexto de incertidumbre económica, el silencio oficial suena —para muchos— como una renuncia al deber de proteger la industria y el trabajo.
El eventual cierre de Acerías Berisso pondría en riesgo más de 50 puestos de trabajo directos y alrededor de 400 empleos indirectos vinculados a la cadena de proveedores y servicios. Además, implicaría un golpe duro para la economía local, ya afectada por la pérdida de actividad industrial.
Comerciantes, vecinos y representantes sindicales se sumaron a los reclamos, advirtiendo que la caída de la planta no solo afectaría a las familias obreras, sino también a todo el entramado económico de la ciudad. “No es solo una fábrica, es parte de la identidad productiva de Berisso”, remarcan los manifestantes.