Los trabajadores del Corralón Municipal de Berisso comienzan su jornada con el mismo problema: no tienen dónde ir al baño. El único sanitario del predio está clausurado. Los inodoros, rotos y rebalsados; los mingitorios, inutilizables. “Nos da vergüenza tener que contar esto, pero ya no podemos más. No hay condiciones mínimas. No es sólo incómodo, es humillante”, dice uno de los empleados.
El olor a descomposición se mezcla con el calor, y el trabajo se vuelve cada vez más pesado. Muchos evitan tomar agua durante el día para no necesitar ir al baño. Otros prefieren irse hasta sus casas, perdiendo horas de labor por una necesidad tan básica como humana.
El reclamo no es nuevo. Hace tiempo que los trabajadores piden la reparación de las instalaciones, pero la respuesta nunca llega. Mientras tanto, el intendente Fabián Cagliardi y su equipo parecen mirar hacia otro lado, más atentos a la agenda política que a las necesidades elementales de quienes mantienen en pie la ciudad.
“Solo pedimos lo mínimo: un baño limpio, digno, que funcione. No queremos lujos, queremos respeto”, resume otro obrero.
El silencio oficial duele tanto como la situación misma. se espera la intervención del Sindicato de Trabajadores Municipales llamado a intervenir para exigir el cumplimiento de las normativas de seguridad e higiene laboral y asegurar que se tomen medidas inmediatas
En el Corralón, la paciencia se agota. Detrás de cada reclamo hay personas, familias, historias. Gente que solo pide lo esencial para poder trabajar sin perder su dignidad. Y cada día que pasa sin una respuesta, el deterioro no solo afecta a las paredes del baño clausurado, sino también a la confianza en una gestión que prometió estar del lado de los trabajadores, pero los deja literalmente sin un lugar donde ir.
