Por: Jonatan Anaquin
El partido entre Boca y River de este fin de semana no será uno más en el calendario. El Xeneize llega con algo más que tres puntos en juego: está a un paso de sellar su clasificación a la Copa Libertadores 2026, un objetivo que ha perseguido sin éxito en los últimos años y que se transformó en una necesidad existencial para el club y su gente.
Después del triunfo en La Plata frente a Estudiantes, Boca logró afirmarse en el segundo puesto de la tabla anual, acumulando 56 puntos y una diferencia de gol de +25, lo que lo coloca como escolta de Rosario Central, que ya aseguró su presencia en el certamen continental del próximo año tras consolidarse como el mejor de la temporada. Ese triunfo, más que un resultado, funcionó como confirmación de que todavía hay estructuras competitivas dentro del equipo de Claudio Úbeda.
El contexto se vuelve más interesante si se observa lo ocurrido con los rivales que andan cerca en la pelea. River, que venía sosteniendo una campaña de crecimiento, cayó ante Gimnasia y quedó tercero con 52 puntos (+19), abriendo una brecha que Boca puede aprovechar. De cerca aparecen Argentinos Juniors (51 y +18) y Deportivo Riestra (51 y +14), dos equipos que sorprenden por su regularidad y que mantienen viva la disputa por acceder a la próxima Libertadores.

La ecuación para Boca es directa y contundente: si gana, clasifica sin depender de nadie. Ese resultado en el Superclásico funciona casi como una consagración emocional: volver a la Libertadores venciendo a River en La Bombonera es un argumento épico capaz de definir una temporada, o incluso la percepción futura de este ciclo.
Sin embargo, el empate aún deja una puerta entreabierta. Boca también podrá asegurarse la clasificación si iguala y, de manera simultánea, Argentinos Juniors y Deportivo Riestra no obtienen la victoria en sus compromisos frente a Belgrano e Independiente respectivamente. Por lo tanto, el Xeneize sostiene parte de su destino y parte en manos ajenas si no logra imponerse en casa.
La derrota, en cambio, abre un escenario más oscuro: River se acercaría peligrosamente, la diferencia se acortaría a un punto y todo quedaría para la última fecha del Clausura, con la presión convertida en superficie constante. Esa instancia casi siempre tiende a golpear más fuerte al equipo que siente que “estaba ahí” y dejó escapar la oportunidad.
Hay un detalle clave que vuelve este partido aún más determinante: la única vía de Boca para jugar la Copa Libertadores 2026 es la tabla anual o salir campeón del torneo, ya que haber quedado eliminado de la Copa Argentina le cerró otros accesos posibles. No meterse significaría un tercer año consecutivo sin la competencia, una herida deportiva profunda para la institución.
También hay variables externas que podrían abrir plazas adicionales si alguno de los que pelea sale campeón del Clausura o si Lanús gana la Sudamericana, aunque lo cierto es que su posición actual en la tabla lo aleja de influir en esta disputa inmediata. Hasta ahora, los únicos clubes con presencia asegurada son Platense (ganador del Apertura), Rosario Central (mejor de la anual) e Independiente Rivadavia (campeón de la Copa Argentina).
Así, Boca llega a este Superclásico con un objetivo concreto, una oportunidad emocional enorme y una responsabilidad deportiva ineludible. Ganar no solo significa clasificar: significa renacer.