El Municipio de Berisso comenzó a implementar el uso de vehículos comunales para los exámenes prácticos de conducción, una medida que busca facilitar el acceso a la licencia para quienes no cuentan con auto propio. La iniciativa, impulsada por el área de Licencias, permite que los aspirantes utilicen un automóvil municipal para rendir la prueba, abonando un costo mínimo.
La propuesta fue presentada como un paso hacia una gestión más inclusiva y moderna, pero su ejecución generó controversia. El vehículo principal incorporado al programa es un Ford Focus de más de dos décadas de antigüedad, que, pese a ser ploteado y presentado como “nuevo”, muestra signos de desgaste visibles.
En los días posteriores a su puesta en marcha, vecinos y conductores comenzaron a manifestar inquietudes sobre la seguridad y las condiciones del rodado. En redes sociales, la discusión se instaló rápidamente: algunos destacaron que la medida “ayuda a quienes no tienen auto”, mientras otros cuestionaron que se utilicen vehículos viejos para un servicio que se cobra como “nuevo”.
Más allá de las diferencias políticas, la medida abre un debate sobre el rol del Estado local en la prestación de servicios: ¿alcanza con ofrecer una herramienta funcional o debe garantizarse también calidad y transparencia?
Desde el municipio insisten en que el objetivo central es democratizar el acceso a la licencia, asegurando que nadie quede fuera por no contar con vehículo propio. Sin embargo, la presentación del auto despertó más dudas que certezas y dejó en evidencia la necesidad de mayor claridad sobre su mantenimiento, su costo de uso y la forma en que se gestionan los recursos comunales.
Mientras los autos municipales comienzan a circular por el circuito de prácticas, la polémica continúa. En Berisso, la medida que buscaba facilitar un trámite cotidiano se convirtió en el nuevo punto de discusión sobre cómo se gestiona —y se comunica— el uso de los bienes públicos.

